Clásicos y Comerciales

Bonnefoy, el surrealismo y la músicaChristopher Domínguez Michael

EL UNIVERSALAl convertirse junio en julio, hace casi 15 días, murieron con pocas horas de diferencia dos grandes poetas, quienes desde la segunda mitad del siglo XX se dignaron en acompañarnos durante un lustro: el francés Yves Bonnefoy (1923) y el inglés Geoffrey Hill (1932). Del isleño, menos conocido en lengua española que Bonnefoy, me ocuparé en unas semanas, cuando reciba los insumos necesarios.

Bonnefoy, como su amigo Octavio Paz, llegó tarde al surrealismo y de él podría decirse, parafraseando al mexicano hablando de sí mismo, que se acercó a las brasas de aquel movimiento, vivas en la posguerra, cuando el fuego sagrado se apagaba. No fueron pocos sus libros de poesía, entre los cuales sus fieles suelen preferir los primeros, donde destaca El Anti?Platón, de 1947. También fue mitógrafo enciclopedista y antes que practicante del ensayo, clasificaría yo a Bonnefoy entre los amigos del género, al cual se acercaba con una cordialidad que a menudo quedaba sólo en eso, como si el poeta, aludiendo al expresivo título de marras, se cuidase mucho de cometer una impertinencia y ser expulsado de la república. Lo que escribió en prosa sobre escritores, críticos y pintores algo tiene de ese subgénero que casi todos hemos practicado alguna vez, por buenas y malas razones, ?la nota de cortesía?. Pero sí venía de Bonnefoy, el regalo se agradecía, no sólo por tratarse de él, sino por la transparencia, a veces disuelta en la nada, de su pensar.

De los ensayos de Bonnefoy, que publicaba en ediciones casi privadas, me fue regalado hace años L?Alliance de la poésie et de la musique (2007), donde el poeta, con su discreción consuetudinaria, examina con un prólogo el libro de Michela Landi, L?arco e la lira, titulado igual que el de Paz, aunque el de la italiana se refiera tan sólo a Baudelaire, Verlaine y Mallarmé en relación con el pensamiento musical.

Recuerda Bonnefoy, predecible, cómo el ritmo asoció en él a la poesía con la música. Su nexo como poeta con la música tiene más relación con la caída irregular de las gotas de lluvia sobre la tierra, con la sílaba, el acento, el período, que con los músicos propiamente dichos, entre los cuales cita, extravagante a Weber y sus óperas, para pasar después a Mozart y a Mahler, autores de un lenguaje conceptual contrapuesto a la improvisación sincopada propia de la música popular de la India. Prefiere ésta última a la primera, lo cual no me...

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