Agenda Ciudadana / La clase política ¿oirá los pasos en su tapanco?

AutorLorenzo Meyer

La pugna entre los partidos tiene la opción de seguir empeñada en una lucha de desgaste que hace a un lado el costo que implica para "el interés general" o puede, como ya lo apunta el discurso de sus líderes, intentar una fórmula basada en la negociación.

Espejo

Hasta apenas ayer, en Argentina, el conjunto de la clase política era objeto de desprecio y odio generalizado -"que se vayan todos"-, pues su ineptitud y corrupción llevaron a ese país a la gran crisis económica del 2001 cuyos terribles efectos sociales siguen sintiéndose hoy. Al final de unas elecciones presidenciales muy accidentadas, asumió el poder un ganador que en la primera vuelta electoral no tuvo un mandato claro y al que se le escamoteó la oportunidad de lograrlo en una segunda vuelta que nunca tuvo lugar. Sin embargo, y a pesar de lo difícil de su situación, o precisamente por ello, el presidente Néstor Kirchner -que antes había sido sólo gobernador de una provincia sin mayor importancia política- no dudó en enfrentar su situación tomando la iniciativa: sin titubear se enfrentó a la poderosa cúpula militar y la cambió, luego hizo lo mismo con un Poder Judicial desprestigiado. Hoy, tras lanzar una fuerte crítica a la clase empresarial, acaba de iniciar su campaña contra el hambre.

Es justamente en el espejo argentino en donde la clase política mexicana debiera verse, empezando por el Presidente y los suyos pero también los gobernadores y dirigentes de todos los partidos, incluyendo a los de oposición. La democracia mexicana está dirigida por una clase política que, una vez más, no está a la altura de las circunstancias, y ante el desprestigio acumulado, debe modificar su conducta, debe relegar sus luchas internas y concentrarse en negociar los acuerdos grandes y urgentes necesarios para dar a los procesos político, económico y administrativo, los impulsos de los que hoy carecen.

Indicadores

Los resultados de las elecciones federales intermedias mexicanas se pueden interpretar de varias formas. Una de ellas, la principal, quizá, como un rechazo de una mayoría a los responsables de la conducción política. Para entender lo ocurrido el pasado 6 de julio conviene usar como marco de referencia las anteriores elecciones intermedias: las de 1997. El PRI aún estaba en el poder pero ya iba de salida y por ello el proceso electoral fue el más limpio hasta ese momento y los resultados se pueden contrastar con los de hoy. En aquella ocasión se emitieron 30 millones 120 mil votos: el 58 por ciento del padrón. En contraste, hoy, cuando tienen lugar las primeras elecciones en un marco plenamente democrático y moderno, las cifras disponibles nos dicen que apenas 24.6 millones...

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