Ciudad de la primavera

AutorAdalberto Ríos Szalay

Los hombres de todas las culturas han soñado con un lugar ideal donde reine el bienestar, con un estado de eterna felicidad, lejos del sufrimiento y el dolor. Así fueron imaginados el paraíso de los cristianos, el Sangri-la de los budistas y el Tamoanchán del México prehispánico.

Los trabajos de investigación del Obispo Plancarte y Navarrete señalan a Morelos como uno de los posibles sitios donde se ubicó el paraíso mesoamericano, pues, en opinión del prelado investigador, los prodigios y generosidad de esta tierra son tales que Tamoanchán no sería un sitio imaginario o de fábula, sino una tierra rodeada de potencialidades y delicias, donde el hombre inició la agricultura y la civilización de nuestro país.

La naturaleza puso las condiciones ideales de temperatura, altitud, flora, humedad y paisaje en un lugar cercano a los bosques, con manantiales que se deslizan por media docena de cañadas de prodigiosa flora y que, en conjunto, determinan un medio ambiente considerado como el más placentero para la vida humana.

Ese lugar de condiciones idílicas es Cuernavaca, cuyo verdadero nombre es Cuauhnahuac, "cerca del bosque o arboleda". La capital de Morelos es una de las ciudades más antiguas del país, pues sus primeros pobladores se establecieron ahí en el 1,500 a.C.

Cuauhnahuac fue escenario de la conquista militar y espiritual; Cortés, amo y señor de México, decidió levantar un palacio en esta ciudad; desde ahí planeó las expediciones al Pacífico y el inicio de la industria azucarera, la explotación ganadera, del gusano de seda y otras. En la Cuernavaca colonial se levantaron también algunas de las primeras edificaciones religiosas de la América continental, por aquí cruzaron los conquistadores de las Filipinas y los tesoros de la Nao de China, vio a próceres de la Independencia, y en 1855 fue capital del país por breves días.

Maximiliano, al igual que Cortés, demostró predilección por este sitio, donde pasó todo el tiempo que le fue posible, y quizás el...

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