Ciudad de la Nostalgia/ Un poema llamado Chimalistac

AutorAlberto Barranco Chavarría

Chimalistac, el barrio más poético de la ciudad, tiene sabor de cuento:

....Y una mañana cualquiera, de cualquier día, los ojos pisaron con fuerza, matándolas una a una, las piedras enterradas hasta formar camino. El azul era negro. El negro muerte. La capilla Carmelita del Siglo 17 que guardaba en sus paredes de tres siglos toda la alegría, todo el sufrimiento, toda la vida de Chimalistac: los malvones, los alhelíes, las enredaderas, los árboles, se hizo ajena, como todo, como todos. Ajeno el río Magdalena, con sus mujeres de largos cabellos, pendientes del rito eterno de restregar ropa entre las rocas. Ajeno el puente de piedra. Ajena la paz risueña de un pueblo escondido, prófugo, fugitivo, de la ciudad. Ajena ya la paz de su alma...

Era tal vez 1890. O tal vez 1895, o tal vez 98. Era el final del Siglo 19. Era Santa. Era la vida asesinada en el más hermoso sueño. Era el pecado. "Era pecado...", dijeron, y al decirlo abrieron la puerta a la casa, al pueblo, a la vida. Chimalistac, el Chimalistac que deslizara bello, sonriente, frágil, la pluma de Federico Gamboa, era así. Así era la vida entonces, y así se quedó por toda la eternidad. Las mismas piedras, las mismas casas, los mismo árboles que vieron llorar a Santa, la muchacha de 17 años que una vez fuera seducida por la fuerza de un militar, y otra expulsada de la vida, para, impura, volverse toda ella pecado entre el viento helado de la ciudad.

"En la presa grande descalzábase Santa, las tardes en que Agustina habíale consentido el paseo; y con sus zapatos en la mano, sintiendo en los pies trigueños el cosquilleo del agua que sin pudores se los lamía mientras ella cruzaba el río por encima de las piedrazas enclavadas en su cauce con ese fin, llegaba a la opuesta banda con el aliento cortado por el remotísimo peligro corrido de pisar en falso y sacarse, a lo sumo, un chapuzón sin consecuencias".

Y tal vez por ello en Chimalistac hay una calle que se llama Santa haciendo esquina con la de Hipo, el ciego Hipólito. Y tal vez por ello en el jardín de poesía que circunda la plaza Federico Gamboa, hay un busto de piedra del escritor, y bajo él un grueso libro: "Santa". Y tal vez por ello hay una placa que recuerda por siempre al que "con noble y alto ingenio dio vida a Santa, fundiendo la poesía de Chimalistac con las miserias de la gran ciudad".

"...que si me toca morir en México, encargaré que me entierren en el cementerio de un pueblecito llamado Chimalistac, a orillas de San Angel; un...

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