La Ciudad a mis pies

AutorPablo Esparza

Son las 6:00 de la mañana y el Metro es gratis para los corredores. El policía me dice que me ponga mi número. Salgo de la estación Pino Suárez. El cielo está estrellado.

A las 7:20 se escucha el tema de "Rocky". Es la hora: a dominar el miedo y disfrutar de correr el Maratón.

La Ciudad está a mis pies. Me siento poderoso cuando atravieso las calles de Polanco, generalmente saturadas de automóviles y hoy preparadas para rendir tributo a todos aquellos que trotan por el placer de sentir la adrenalina que te impulsa a levantar los pies una y otra vez.

Al pasar por el túnel de Chivatito, lanzo un grito: "¡¿Ya se cansaron?!". Los corredores responden: "¡Nooo!".

En Alfonso Reyes, mis padres me aplauden. Apenas agito la mano: "¡Va por ustedes!".

He recorrido 20 kilómetros a un ritmo de 50 minutos por cada 10: nada mal. Pero, al llegar a los 30, cuando inicia la extensa recta de Insurgentes, las piernas me pesan, la fuerza se me va y pienso que falta una eternidad para llegar a Reforma.

Faltan 12 kilómetros y me ronda la idea de renunciar, pero me imagino regresar a casa con el fracaso a...

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