Ciudad de la Nostalgia / Corpus Christi

AutorAlberto Barranco Chavarría

Sería el vaivén de la larga carcajada; el eco deslavado de las campanas a vuelo de júbilo del Jueves de Corpus; el murmullo furtivo del coro de canónigos de Catedral, o quizá el encanto del recuento milimétrico de Su Excelencia; la lluvia multicolor de largos listones y diminutos fragmentos de obleas sobre el palio de terciopelo con ribetes en oro, al resguardo de la custodia con el Santísimo Sacramento; la pleana de espesa plata del Señor de los Siete Velos; el ejército de hábitos, estandartes y Cristos...

...el hecho es que de súbito la figura fugaz, temblorosa, de Nicolás José Camacho, un simple soldado en retiro, llenaba el recuerdo de la procesión, la escalera de piedra labrada, el palacio virreinal y la palidez de espanto de las dos docenas de arcabuceros de la guardia de corpus del señor virrey...

Baltazar de Zúñiga, marqués de Valero y duque de Arión, alguna vez Virrey de Navarra y Cerdeña y otra Consejero de Indias, amagado, ultrajado, vejado por la punta de su propia espada, apuntando al centro del corazón.

Un rayo de furia incendió la escena: el violento cuesta abajo del agresor; el súbito vuelo de crinolinas, zapatillas y peinetas al estrépito de la avanzada de damas de la corte; el desarme de Su Excelencia; el grito homicida; el asalto al escándalo...

"Por la sorpresa -narra Artemio de Valle-Arizpe en su obra 'Virreyes y Virreinas de la Nueva España'-, ninguno de los numerosos acompañantes pudo detener aquella súbita agresión, quedándose atónitos, inmóviles; únicamente el marqués de Villahermosa y el alférez de los alabarderos, Francisco Sánchez, reponiéndose, se le echaron encima al malhechor, cuando ya levantaba el brazo para hundir la hoja, pero como se la apartaron con rapidez, tan sólo rasgó el joyante brocado del casacón y la bordada, esplendorosa chupa..." El trigésimo sexto virrey de la Nueva España se había salvado.

-Yo nada le debo señor...

Y mientras docenas de albos pañuelos de seda bordados con los escudos reales intentaban apagar el sofoco del marqués de Valero, el furibundo y frustrado magnicida era conducido a punta de lanzas hacia las pestilentes sombras de la Cárcel de Corte... de donde pasaría al hospital de San Hipólito, luego de un sumarísimo juicio de dos días, con final inesperado para la enardecida nobleza, que lo imaginaba maldiciendo al furor del quemadero de San Diego:

-Está loco.

Y Nicolás José Camacho, ex soldado al servicio de Su Majestad, nacido en San Juan del Río, murió entre las sordas, mudas y...

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