Ciudad de la Nostalgia/ Aquellos diciembres...

AutorAlberto Barranco Chavarría

Más allá de la escarcha temblorosa en fresnos, sauces y álamos de la Alameda; del nácar en llamas de la luna, y del azul olor a eucalipto, a diciembre lo adivinaba el trajín: la carrera del farolero contra la oscuridad, ocote en ristre embistiendo a la trementina y al aguardiente; el lavado ritual de las cazuelonas para las torrejas enmieladas, los confites y canelones; la paciente confección: plumas de ganso, cera de campeche, alambre de zinc, de las alas de los ángeles de la pastorela...

Y los parlamentos de Sor Juana Inés de la Cruz, que a veces ni con sangre entran: "Festejen y aplaudan/en aqueste día/la posada hermosa/de José y María/Angeles y arcángeles/venid a cantar/hoy en la posada/que hay en mi corral".

Y luego, la devoción, orgullo de la casa y sonrojo de la solteronas, de las rodajas de jícama en forma de estrellas; el modelado de las aceitunas para volverlas animalitos; los rábanos calados hasta hacerlos flores, velas encendidas, faroles y a veces hasta Niños Dios. El bordado de los manteles. El desempolvamiento de las figuritas de barro para el Belén...

...mientras se prepara la inevitable marcha al zócalo, al vuelo de cuatro canastas y la fuerza de dos criados de cordel: "La plaza de la Constitución -evoca Antonio García Cubas en "El Libro de mis recuerdos"- era en los días del Novenario o de las Posadas una babel, en donde las voces de los que ofrecían sus mercancías y de los compradores, los gorgeos mal imitados que producían los muchachos soplando sin cesar sus flautillas de carrizo y pitos de hoja de lata y el murmullo de la multitud producían una confusión inexplicable. Por aquí veíanse montones de grandes ramas de oloroso pino o cuevitas de nacimiento de heno y algunas flores, y por allá las mesas con sus sombrajos y tiendas improvisadas en que se vendían juguetes muy variados en sus formas y tamaños, hechos de diversas materias y destinados para repartir en ellos la colación durante la noche..."

Si en Semana Santa los portales de Mercaderes y de la Diputación, uno frente al Palacio Nacional, otro frente a la Catedral, albergaban la venta de judas y matracas, y el dos de noviembre los entierritos de barro y alambre, además de la vitualla para la ofrenda, en el último mes del año estaban ahí los peregrinos; las mulas, los bueyes, los pastores, los ángeles, los portales de madera adornados de algodón y rociados de talco; los pocitos capaces de hacer fluir agua; las estrellas y cometas de estaño; los arbolitos y pinitos...

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