Cinexcepción/ Ciudad de antros

AutorHugo Hernández

A nadie en Guadalajara sorprenden las frecuentes apariciones de nuevos restaurantes, de nuevos cafés, de remodelados night-clubs, de nuevos y pululantes antros. La moda. Bien por la Ciudad; ¿bien? La población ahora rebasa los cuatro millones de habitantes y parece que sólo florecen las propuestas que se ofrecen para el "entretenimiento", ¿acaso las únicas viables, realizables y realizadas? ¿Y lo que pomposamente se llama la "cultura"? La ruta de los Arcos del Milenio, los Arcos de Sebastián, deja ver un poco el ambiente de estrechez frívola que priva en la Ciudad. De un día para otro Guadalajara encontró en cada habitante un crítico especializado en arte. "Qué bueno que no los terminen, si están rete feos". "Con ese dinero pueden hacerse obras que sí se necesitan". Un politiquillo chillón y tricolor, perdedor de gubernatura local, incluso llegó a afirmar que si alcanzaba la silla, vendería los arcos como chatarra. Pues claro, como en Guadalajara proliferan meritorias manifestaciones de la escultura monumental, ¿quién carajos necesita esos arcos tan feos que entorpecen la vista del bello mercado de abastos y del cielo cada vez más gris de la Perla de Occidente, bien metida en su ostra? (Menos mal que, guardadas las proporciones, los parisinos no hicieron en otro tiempo lo mismo con la torre de monsieur Eiffel, también objeto de censuras).

La cuestión se haría extensiva con esta lógica y sin problemas a la necesidad por la literatura, por la pintura, por la música, por la fotografía, por el arte en general, para aterrizar en lo que me ocupa y preocupa principalmente, el cine. ¿El arte satisface una necesidad? El arte satisface una necesidad, sí. Si la civilización muestra su crecimiento en el arte, receptáculo privilegiado del genio del género humano, el desinterés por él en la localidad hace evidente cierto enanismo. ¿Para qué arcos monumentales si así, chiquititos, estamos rete bien? Cuestión de sensibilidad, de gusto.

Réquiem por un cine

Recientemente el Cinematógrafo de Vallarta cerró sus puertas. Las causas han sido del dominio público, no hay secreto: el cine, fuera de las salas múltiples, es una actividad incosteable. No fue una sala cualquiera (ninguna lo es). Fue el Cinematógrafo: la ilusión y alusión al invento de los frÅres LumiÅre ahí está. En su pantalla se proyectó (parcialmente fuera de foco) buena parte de la mejor oferta que por años existía por estos lares. Metafóricamente diríamos que muere un concepto de exhibir cine, el...

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