Nuestra ciudad

AutorManuel Lombera Martínez
Páginas199-201

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Somos ajenos a nuestra ciudad1. Buscamos con frecuencia los espacios cerrados o privados. Nuestra cotidianidad se define por el desplazamiento entre el hogar y el lugar de estudio o de trabajo. Los paseos dominicales se enclaustran en un centro comercial o una sala de cine. La ciudad queda reducida al espacio que existe fuera de nuestros automóviles o del transporte público, es solamente el escenario que se busca olvidar a través de la música, el aire acondicionado o la siesta en el pesero. ¿Qué es entonces la ciudad? En estas circunstancias se define por tres elementos: el espacio cerrado donde se desarrollan las actividades, las vías asfálticas de comunicación que nos permiten llegar a ese lugar y la masa vehicular necesaria para hacernos presentes en el espacio que toque. Si los espacios cerrados son particulares para cada persona, la ciudad termina distinguiéndose únicamente por las calles y las grandes avenidas, el automóvil es nuestro. ¿Y dónde están las plazas públicas, los parques, las caminatas por los barrios históricos, las visitas al museo, los días de campo y el aprecio del arte en foros abiertos? Entre semana casi nunca han existido, pues el tiempo que tardamos en trasladarnos de un lugar a otro apenas deja espacio para nuestras actividades obligatorias; además, la inseguridad y la contaminación han asaltado esos espacios ciudadanos. Esta es pues la ciudad que hemos olvidado.

¿Posible recuperarla en fin de semana? Quizás, pero sólo si no se emprende la huida a Cuernavaca. De cualquier forma las esperanzas no son muchas; el cansancio del viernes nos deja en la lona, la mañana del sábado toca llevar nuestro carro al taller o cambiar el foco de la sala, esa misma tarde es el evento que habíamos esperado toda la semana y el domingo los medios de comunicación nos recuerdan el hastío semanal e insisten con que es mejor quedarse en casa.

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No hablamos entonces de nuestra ciudad, aquella que cuidamos y apapachamos con nuestra convivencia humana. No, se trata de una urbe que se rasca con sus propias uñas. Es la ciudad abandonada por quienes ya no son sus ciudadanos, por esos entes concentrados en sí mismos que más que otra cosa buscan burlarla para cumplir con sus obligaciones y ¿por qué no?, también con sus diversiones.

A la ciudad ya no se le mira de frente, se le evita.

Sin embargo, durante los meses recientes han sucedido cambios importantes. Independientemente de las críticas que se hagan, el gobierno...

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