CINEXCEPCIÓN / El buen Stan

AutorHugo Hernández

Iron Man, el Hombre de Hierro (Iron Man, 2008) no es una obra maestra, y menos si la comparamos con otros títulos del subgénero dedicado a los superhéroes, del que no me canso de insistir que es un gran medio para llegar, aunque no siempre llega, a un gran fin.

Ahora que tampoco es una mala película, por el contrario, sus virtudes la hacen merecedora del elogio. Bastaría con apuntar que, aquí, al estatus de superhéroe no se llega por la tragedia, que puede ser una labor reconfortante para un ego recalcitrante, que es algo que se puede declarar en conferencia de prensa sin esperar represalias a los familiares (porque Tony Stark, el hombre de hierro, no tiene familia) y todavía ser invitado al proyecto Avengers, como sugiere la escena final (la que viene después de los créditos, y en la que Samuel L. Jackson invita a Stark a hablar de dicho proyecto).

No obstante, su mayor virtud es cortesía de Stan Lee y la continuidad que es posible establecer en las diferentes aventuras que llevan su rúbrica: la exhibición del mal, que en su obra se viste de militar. Es cierto que una buena parte del mérito en este renglón se debe a la labor de los guionistas y los realizadores de cuya labor han surgido las películas, pero en los cómics concebidos por el genio de Lee ya está el germen de lo que habrá de dar frutos en pantalla, y que muestra la fascinación por la ciencia y el apunte de la milicia como vehículo privilegiado para el mal. Para mostrarlo, basta con echar un ojo a las cintas inspiradas por los cómics de Lee.

En la serie de Los Hombres X, cómic que nació para acercar a los jóvenes a convivir con la diversidad, el ejército se empeña en aniquilar a...

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