Cine Qua Non / Neorrealismo sobre ruedas

AutorRicardo Pohlenz

Según la cita literal tomada de la Historia del Cine emprendida por Román Gubern, Vittorio de Sica se distinguió al no apelar "a la indignación del espectador (como Rossellini), ni a su intelecto (como Visconti), sino a la compasión".

Como figura de referencia, Vittorio de Sica cae en un lugar engañoso que lo celebra y consagra, dado a un retrato tan despojado como conmovedor de la realidad vivida en la posguerra italiana. Primero con El Limpiabotas (1946), película sobre niños romanos de la calle dedicados a bolear zapatos, y luego con Ladrón de Bicicletas (1948), lección de vida real que dio pie y licencia a tanto melodrama moralizante posterior con esa etiqueta.

Pero es injusto achacarle tales deméritos al neorrealismo sentimental de De Sica. Hay una frescura desbordada en el cuadro de actores infantiles sacados de una correccional. Tanto, que se le perdona que al final junten dinero para comprarse un caballo blanco.

En Hollywood fue celebrado al punto de que se le dio un premio especial (no había Óscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera) a sus dos rebanadas de realidad.

Lo que puede decirse de Ladrón de Bicicletas suena a cantaleta aprendida: una historia sencilla puesta en escena sin concesiones ni dramatismos.

El que se haya convertido en un lugar común -explotable hasta en Los Simpson- no la desmerece. Armada con instinto y necesidad, resulta la representación de un épica mínima, desoladora, real.

No era tanto De Sica el que estaba obsesionado con esta realidad...

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