Sobre Cine.../ Crea fábula delirante

AutorBeatriz Iacoviello

Existen espíritus para los cuales ciertas imágenes conservan un privilegio que no caduca. Jean-Pierre Jeunet, realizador del filme Amélie, es uno de estos espíritus y las imágenes que logra proyectar en su película son para él espejos de un largo destino.

Como Chejov, Jeunet retrata las cosas pequeñas de la vida, los instantes fugaces como una fotografía, una mirada, un enano de jardín o un paseo en tren fantasma. Se detiene en el afecto y en la necesidad de encontrar en el otro una mirada o un soplo de amor. Otro tanto sucede con la bella ciudad de París, que como protagonista inalterable descubre al espectador sus rincones más queridos y sus espacios no tan conocidos. Esas pequeñas callecitas en donde el director nos permite ingresar en la intimidad del irrealismo que repta sobre ese mundo real. Nos permite acceder, también, a la profundidad de las almas que circulan por ellas.

Amélie es un personaje de un cuadro de Renoir. Está frente a la vida, observando, y no es fácil repetir sus gestos o sus sentimientos (la timidez, el asombro, la ternura, la conmiseración). Un vecino en la vida real de Amélie, El Hombre de Vidrio (así se le llama porque sufre de un extraño mal que le desintegra los huesos), es el que la ayudará a descifrar uno de los tantos enigmas que posee la cinta. El Hombre de Vidrio vive enclaustrado copiando pinturas de Renoir y tratando de descifrar la mirada de una muchachita que bebe un vaso de agua. Amélie le ayuda a descubrir el mundo que se esconde detrás de los ojos de la niña a través de su propia conducta.

La...

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