Cinco años de vértigo: 1988-1993
| Autor | Sergio Aguayo Quezada |
| Páginas | 351-394 |
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XI. CINCO AÑOS DE VÉRTIGO: 1988-1993
Carlos Salinas impulsó transformaciones de todo tipo que afectaron
la forma en que funcionaba el sistema político. El re conocimiento de la
Iglesia corregía un absurdo pero le abrió las puertas a un actor decidido
a in uir en la vida política y cultural. Las opacas privatizaciones bene-
ciaron a un selecto grupo de individuos, algunos de los cuales se trans-
formarían en poderes fácticos.
Aunque Salinas no mostró ningún entusiasmo por impulsar la demo-
cratización del sistema, los partidos opositores, los organismos civiles y
los medios, entre otros actores, se aprovecharon de los espacios que se
iban creando para continuar con su paciente trabajo de construcción de
nuevas reglas. Algu nas de éstas incidieron positivamente en la calidad
de las elecciones, sin que se sentaran las bases de una democracia fun-
cional.
LAS GRANDES REFORMAS
Buena parte de las reformas impulsadas por Sa linas atendían a necesi-
dades concretas. Si se lograron tantas fue porque la voluntad y astucia
del presidente interactuaron con diversos intere ses. En ese festival de
presidencialismo cada éxito le cercenaba parte de su poder.
Las privatizaciones que Carlos Salinas realizó concluyeron un pro-
ceso iniciado en el sexenio de Miguel de la Madrid. Salinas las de ende
en sus memorias pero la forma en que se reali zaron alimentó las sospe-
chas sobre posibles actos de corrupción o con ictos de interés. Nunca
se aclaró lo que pasó.
Las privatizaciones en México se iniciaron en 1983, durante la administra-
ción del presidente Miguel de la Madrid. La crisis originada en el endeu-
damiento de los setenta obligó a vender, liquidar y fusionar cientos de corpo-
raciones estatales. Durante el sexenio del presidente De la Madrid (1982-1988),
muchas entidades públicas se trans rieron al sector social o a gobiernos
estata les y muchas otras (155) se vendieron.
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1988-1993: DESMONTANDO EL SISTEMA
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Su número total se redujo a 412. En esta etapa pionera se vendieron prin-
cipalmente empresas pequeñas, por lo que los recursos obtenidos fueron
muy reducidos. En diciembre de 1988, al tomar posesión, decidí avanzar en
ese proceso. Durante la campaña presidencial, las facciones del PRI vincula-
das a las tesis populistas habían determinado apoyar al ingeniero Cuauhté-
moc Cárdenas. Así que yo llegaba a la presidencia libre de compromisos ante
esas facciones. Mi campaña no había tenido el apoyo de ciertos grupos cu-
yos privilegios corporativos iban a resultar afectados por las reformas. Sin
embargo, algunos otros permanecían dentro del Partido. Tenía que conte-
ner su avance y evitar una mayor erosión en las bases de apoyo al gobierno.
Debía establecer nuevas alianzas. Incorporar a los obreros en diversas pri-
vatizaciones fue un camino para conseguirlo.
Las privatizaciones se llevaron a cabo no porque hubiera de por medio
un proyecto ideológico que buscara disminuir al Estado; no estaba atrás la
idea de privilegiar al individuo por encima de la comunidad. Al contrario: yo
estaba convencido de que necesitábamos un país fuerte para defender nues-
tra soberanía. Sin embargo siempre sostuve que un gobierno grande no es
sinónimo de Estado sólido: cuántas veces fuimos testigos de nacionaliza-
ciones inusitadas o de rescates impresionantes, en el camino el Estado se de-
bilitó. La defensa de la soberanía exigía un Estado e ciente y justo, no un
Estado grande y monolítico. Sobre todo, requería de un Estado que no sus-
tituyera la iniciativa de organización popular sino que la apoyara. Para for-
talecerlo disminuimos su dependencia del endeudamiento y aumentamos
su capacidad de responder a las iniciativas de las comunidades.
Al privatizar las empresas públicas no se renunció a la tarea de promo-
ver el desarrollo nacional. Un Estado más propietario no era necesariamente
más justo. Modernizar el Estado no fue desaparecerlo; ni vender las para-
estatales fue sinónimo de posponer sus funciones. Por el contrario: un go-
bierno moderno tenía que hacer frente a sus responsabilidades con los que
menos tienen, siempre y cuando no pretendiera controlar los movimientos
populares por la vía de los programas sociales.
Carlos Salinas de Gortari, México; un paso difícil a la modernidad, Barcelona,
Plaza y Janés, 2000, pp. 406-407.
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CINCO AÑOS DE VÉRTIGO: 1988-1993
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La reforma constitucional en materia religiosa de 1992 modi có los ar-
tículos 3º, 5º, 24, 27 y 130, y adicionó el decimoséptimo transitorio. Con
ello se corrigió una discriminación y quedaron plasmados en nuestra
Carta Magna diversos derechos, garantías y obligaciones de carácter re-
ligioso. A modo de ejemplo, incluyo el artículo 24 constitucional.
Artículo 24.- Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que
más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto
respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley.
El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión
alguna. Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente
en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se
sujetarán a la ley reglamentaria.
[…]
“Decreto por el que se reforman los artículos 3º, 5º, 24, 27, 130 y se adiciona
el Artículo Decimoséptimo Transitorio de la Constitución Política de los Es-
tados Unidos Mexicanos”, Diario O cial de la Federación, 28 de enero de 1992,
disponible en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum_art.htm.
[Reformas completas en DVD]
La creación del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), el
servicio de inteligencia civil del gobierno federal mexicano, es uno de los
cambios realizados en el sexenio de Salinas.
Extracto del Reglamento Interior de la Secretaría de Gobernación. 12 de
febrero de 1989
[…]
CAPÍTULO VII
DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y SEGURIDAD NACIONAL
Artículo 27.- Para la más e caz atención y e ciente despacho de sus asun-
tos, la Secretaría con tará con el Centro de Investigación y Seguridad Nacio-
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