Cimbra inesperada danza

AutorIsrael Sánchez

En una sala de espera de un hospital de la CDMX, las personas aguardan atentos, impacientes, el llamado a consulta, el pase con el especialista o noticias sobre la recuperación de un familiar. Entre todo eso, lo más inesperado ocurre.

El silencio, sólo ocasionalmente anulado por las enfermeras que nombran en voz alta al siguiente en la fila, sucumbe ante una música de piano cuya fuente nadie alcanza a identificar. Dos parejas, emergidas de los pasillos y de los mismos asientos de metal donde la mayoría permanece, siempre carnet en mano, asaltan el espacio común.

Su atuendo casual no los distingue de aquellos que habitan momentáneamente este limbo, mas sus movimientos, elaborados, gráciles, vigorosos, delatan su oficio creador. Son bailarines del Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac) del INBA, y, en vez de teatros y auditorios, ahora tienen por escenario al Hospital Central Sur de Alta Especialidad Pemex-Picacho.

La treintena de derechohabientes reunidos en el área de Consulta Externa no lo sabe, pero presencian, por casualidad, el estreno mundial de Claro de luna/Memoria en espera, presentado el pasado jueves y que es parte de la celebración del 250 aniversario del natalicio de Ludwig van Beethoven.

Doctores y enfermeras se asoman, curiosos, desde las puertas de los consultorios para ver a esos que dan giros, corren, saltan, se levantan en brazos y se acercan a la gente; una toma de la mano a una señora en silla de ruedas, quien no resiste responder con una sonrisa. Los enfermos se han olvidado de sus males; los galenos, de sus diagnósticos.

"Está uno acostumbrado a que está muy tranquilo y, de repente, hay una música tan bonita y unos artistas tan buenos, pues a uno le da gusto. Como que, aunque esté enfermo, le levanta el ánimo a uno", dice, al término, Sonia Ocaña, jubilada de Pemex, quien no puede caminar por el desgaste en su rodilla derecha, y espera su turno con el ortopedista luego de que le hicieran unas radiografías.

"Le agradezco a la chica que vino y me saludó. Me pasó su buena energía, y los felicito. Ojalá que siempre hagan algo así y que le lleven alegría a la gente, y sobre todo a los que estamos enfermitos".

Para los bailarines -una decena-, a menudo habituados a llevar su arte a espacios ajenos al estándar, bailar aquí resulta tan inusual como para aquellos que tuercen y estiran el cuello para alcanzarlos a ver.

"Es una aventura y un redescubrimiento personal, porque tenemos que hacerlo sin los...

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