Entre el cielo y la tierra

AutorDaniel de la Fuente

Por todos lados, con sus diablitos llenos de frutas y de verduras, se abren paso con un "permiso" o un "disculpe" en caso de golpe. Por acá se escucha "Cómo Te Voy a Olvidar", de Los Ángeles Azules; por allá, "Flor de Capomo", de Carlos y José.

La mañana en torno al Mesón Estrella ya lleva camino.

Hace calor. La música es acompañada por los campanazos de misa de ocho. Es el jueves previo a Semana Santa y la homilía es en el Templo de Dolores, el más antiguo y pequeño, de 1909, de pinturas en sus muros interiores y cúpula.

Al lado, el Templo del Perpetuo Socorro, más grande y de vitrales coloridos, es de 1954. La liturgia en éste, más alto, con una Virgen descarapelada en la cima, es los lunes, miércoles, jueves, viernes y sábado. En los otros días se celebra en Dolores.

El siguiente domingo será de Ramos y los puestos con los arreglos de palma ya están por doquier: frente a los templos, al lado de locales que venden materias primas, de los puestos que ofrecen fritangas y de los propios del mesón. Unos están incluso frente a las cantinas.

Debe haber más de una treintena de bares de los que a toda hora suelen entrar y salir hombres que trabajan en el área o van de paso. Uno, tanteando por entre las banquetas llenas de puestos, postes, teléfonos públicos y compradores, va repitiendo refranes entre hipos por el alcohol.

"¡Agua que no has de bebeeer déjala correeer! ¡A Dios rezandooo y con el mazo dandooo!", repite a todo pulmón Nevaristo y, tras preguntarle de nuevo su nombre, grita "¡Nevaristooo!", como si quisiera que le escucharan los de la acera de enfrente.

Él sale de El Banco, una cantina sobre Colegio Civil que tiene una larga barra, pocas mesas y, al fondo, una radiola que cubre el acceso al baño, área a cielo abierto que usan los fumadores. Es quizá la única que prohíbe fumar adentro.

El ambiente es relajado, como en la mayoría de los bares, y lo mismo se reúnen cargadores, bodegueros y comerciantes que transeúntes y antiguos vecinos del área, conocida como Barrio de Dolores. Algunos de los viejos inquilinos del lugar -situado entre las avenidas Cuauhtémoc y Juárez y las calles M.M. de Llano y Modesto Arreola- evocan su vida en torno al Mesón Estrella, a los negocios y al par de templos.

"Yo viví muy feliz aquí", evoca Aurorita Mena, quien tuvo su casa en uno de los locales hoy ocupados por comerciantes en Colegio Civil. "Todavía hace poco mi viejo venía a El Campanario (un bar), pero le dio embolia".

El barrio luce excesivamente sucio, caótico por las banquetas angostas, la numerosa gente que se codea y el desfile de camiones. Unos dicen que siempre ha sido así, pero otros argumentan que cada vez está peor.

Reynaldo Servín Ayala, párroco de los templos de Dolores y del Perpetuo Socorro, ha escuchado esta versión del lugar. Él lleva un lustro como superior...

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