ENTRE PARÉNTESIS / Que el cielo

AutorDavid Martín del Campo

No lo saben pero en la frente llevan el estigma. Es la "L" mayúscula de los losers. Pierden el tiempo y pierden las oportunidades, pierden las llaves y el empleo. Pierden y pierden porque es el verbo que cargan a perpetuidad como la mítica piedra de Sísifo.

Y eso porque la publicidad se ha encargado de recordarnos que sí, existe el mundo de los ganadores. Llevan la marca en la marca del traje, del auto, del reloj. Se le llama "éxito" y es necesario ponerlo entre comillas. Ahí tenemos el escalafón de los millonarios de la revista Forbes, pero ganador fue también Mark Spitz con sus siete medallas de oro en 1972. Cabe preguntarlo; ¿han sido los más estudiosos, los más perspicaces, los que supieron identificar la calvicie de la divina Ocasión? Winners y loosers, ¿a eso se reduce todo?

La historia patria no ha sido muy generosa con los laureles de la posteridad. Perdimos el señorío primigenio, con la Conquista, y perdimos la mitad del territorio nacional mientras López de Santa Anna se rasuraba junto al río Nueces. Por ello es que los mexicanos arrastramos una sed furibunda de victoria. Cualquiera, de donde venga, en el futbol y en la Academia Sueca, en la serie del Caribe, donde caiga.

En ese contexto es que la victoria mexicana por antonomasia reside en la celebración del 5 de Mayo. "Las armas nacionales se han cubierto de gloria", fue el parte de guerra enviado por el general Ignacio Zaragoza, aunque un año después Puebla caería bajo el asedio del general Frederic Forey. Esa segunda batalla, necesaria para la ocupación de la ciudad de México, fue algo así como el "Stalingrado mexicano" pues durante los meses que duró se combatió de puerta en puerta, de recámara en recámara y que por cierto está magistralmente narrada en la novela de Fernando del Paso, Noticias del Imperio.

Pero volvamos al legendario 5 de Mayo, cuando le ganamos al gabacho invasor con los machetes de Zacapoaxtla y la caballería de Porfirio Díaz, también. La tragedia personal de Zaragoza, por cierto, fue que cuatro meses después moría (a los 33 años, como...

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