En el Cibercafé / Desmitificación de la tecnología

AutorHumberto Vela del Bosque

Ya terminan las vacaciones de verano, que cada año vacían más y más a la ciudad -hasta parecemos europeos, en los negocios no se paran ni las moscas- y se inician las Olimpiadas que prometen, como siempre sucede, convertirse en una verdadera fiesta deportiva.

En el medio informático, sufrimos del tedio que provoca la sensación de que no está pasando nada nuevo; los mismos productos, los mismos protagonistas, las mismas necesidades, y pasa el tiempo y no surgen señales de que se vaya a producir un salto que nos lleve a otra generación tecnológica.

La gente está más entretenida con los nuevos juguetes electrónicos, que están atrayendo la atención de los medios de comunicación, los cuales han convertido sus espacios, antes ocupados por la informática, en un escaparate de gadgets producidos por una industria donde, el que no lanza al mercado novedades cada mes, sale del negocio.

Por cierto, y hablando de enchiladas, tanto éxito está adquiriendo el iPod Mini de Apple que mi hija Eugenia no logró adquirirlo durante su viaje quinceañero, pues en todos lados en donde lo buscó, incluyendo en la misma tienda de Apple, le informaron que se habían agotado, y eso que fue... ¡a la ciudad de Nueva York!

Y si no hay en Nueva York, entonces, ¿pues dónde? En serio que el reproductor de música digital vino a inyectarle nueva vida a la empresa que dirige Steve Jobs, que rápidamente se está transformando, y ya no es simplemente una fabricante de PCs, pues está incursionando produciendo software y hardware orientado a construir lo que llaman una vida digital.

Es impresionante la rapidez con que los gadgets se han introducido en nuestras vidas. En unos cuantos años, las cifras de ventas de los teléfonos celulares, de las cámaras fotográficas y de videocámaras digitales, los reproductores musicales MP3, las agendas electrónicas y demás chunches alcanzaron cifras multimillonarias.

Con las PCs no fue tan rápido, los informáticos de antaño la veían con recelo y miedo, y la gente común y corriente pensaba que se requería de un doctorado ¡para encenderla!

Y aunque no era para tanto, la neta es que la tecnología inicial no era ni amigable ni fácil de usar, mucho menos económica; además, la gente no le encontraba utilidad, pues no lograban ver cómo les mejoraría la vida, un equipo que más bien...

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