Christopher Domínguez Michael / Las ruinas del PRD

AutorChristopher Domínguez Michael

El Estado comienza en la Presidencia de la República y termina en el más humilde de los presidentes municipales. Por ello, es propio decir que los crímenes cometidos en Iguala, hayan tenido o no un explícito propósito de represión política, fueron un crimen de Estado que daña irremediablemente al PRD, quien postuló y respaldó como alcalde a un criminal ligado al narcotráfico. Ello no quiere decir que ninguno de los tres poderes de la Unión sea culpable, pero es un crimen de Estado cuya responsabilidad es compartida.

Algunos de los analistas indignados por la suerte de los normalistas de Ayotzinapa hablan de "crimen de Estado" omitiendo señalar al PRD como principal responsable, aun sea por dolosa omisión. Les avergüenza, pero no lo dicen, que por primera vez en su historia, la izquierda mexicana participe de un presunto asesinato colectivo de esa magnitud. Mientras que los crímenes cometidos durante el largo primer imperio del PRI son del dominio público (aunque durante sus doce años de travesía a los priistas no los despeinó la brisa, pues no la hay en el desierto, de la autocrítica) y la historia de la guerras narcas de Calderón, cuya legitimidad algunos defendimos, deberá todavía escribirse con veracidad y para probable infortunio del PAN, al PRD le ha tocado, al fin, su ración de verdadera infamia, más allá de los pecadillos y corruptelas habituales en todos los sistemas de partidos.

En las últimos días, Cuauhtémoc Cárdenas le ha pedido su renuncia a la gerencia en funciones del PRD, muda y desacreditada por haber ignorado las denuncias sobre la clase de energúmenos, marido y mujer, que se enseñoreaban sobre Iguala. Me temo que el asunto es más serio. Es histórico. El PRD fue fundado en 1989 como resultado de una emergencia electoral donde un puñado de disidentes del PRI aparecieron para enseñarle a la vieja izquierda el arte de la victoria. En ese momento se abandonó el aprendizaje de los valores del socialismo democrático que apenas iniciaban, entre otros, los comunistas mexicanos. El PRD le dio vida artificial y póstuma al repertorio obsoleto de la Revolución mexicana, con su estatismo económico, su autoritarismo caciquil, sus dogmas petroleros del orden religioso, su pragmatismo ramplón alérgico al debate intelectual. Por eso los Martínez Verdugo, los Rincón Gallardo, los Bartra, los Woldenberg, fueron ignorados por ese partido o lo desdeñaron. El resto lo logró la hegemonía del populista López Obrador sobre el PRD, del cual se...

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