Chilang Balam / No que no existen los fantasmas? El de Tijuana les saca de lugar el persa

Mis chamacos, hoy tendrán que empujarse un fregadazo de terror. El miedo y yo los vamos a sobrecoger con un relato bien canela, que viene desde el más allá pa reventarse en las jetas de los que habitan en el más acá. Hay un buen de batos que justo orita han de estar encerrados bajo llave y rodeados de veladoras y estampitas milagrosas. ¿Quiénes son esos cullelles y por qué tanto su susto? Sólo el de hasta arriba (Hay un Dios ¿eh?) conoce sus nombres, pero la adrenalina que sueltan estos carnales es del dominio público. Se revuelcan apanicados los friqueados porque saben, que los muertos ya quedaron bien formales de regresar a México para doblarse con su mula. Ya se oyen los pasos huecos de los calacos y sus risotadas sangrientas duelen como mal venereo... Sus cuencas vacías ya se asoman en los sueños frágiles de los que morirán temblando. Con el soplo apestoso de lo que se está pudriendo, los finados van carcomiendo las tripas de cada uno de los que se callaron la verdura. Cada hijo de la nómina negra tendrá que soportar las dentelladas cabreras de la más peluda de las bestias. Las sombras de los que tuvieron cuerpo se van agandallando de los traidores y sus dominios; van apoderándose de los secretos, del contubernio. La estrategia borradora ya es un libro abierto pa los que vagan tirando de a huesito. -¡Misterioso puñal, bala canija! ¡Tenías que venir escondida, pinche flaca!- Las almas vagabundas se pasean encamionadas por entre los hijos del averno. Los huesos que destrozaron se andan armando de nuevo para arrastrarse, por los cuellos que doblaron ya circula chida la rabia, las carnes flameadas a quemarropa tienen tatuado el calibre y el arma y al que sostuvo la cacha. Hagan lo hagan, se metan...

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