Charles Péguy: La muerte de un cordero

AutorJesús Salazar Velasco

El escritor Charles Péguy (Orleáns, 1873) se alistó en el Regimiento Francés en agosto de 1914. Antes, se despidió de Bergson y envió algunos manuscritos a Blanche, escritos en latín. El 5 de septiembre, se asegura, temprano en el campo de batalla, el teniente Péguy comulgó. Antes de anochecer murió, una bala surcó su cabeza..

Escritor, católico y socialista, editor y padre de familia, fue el gran cordero del siglo 20. Una muerte estúpida en una guerra estúpida fue lapidada, además, por la estulticia de quienes no supieron superar sus prejuicios intelectuales y religiosos. No se piense en ese chivo expiatorio ingenuo y martirizado. Péguy fue un cordero por revestirse de esperanza. No se apresuren juicios cursis ni se juzgue sin conocimiento: la esperanza de Péguy es un motivo literario, teológico, filosófico, que ha transformado la consideración del tiempo -los pasajes finales de El pórtico del misterio de la segunda virtud alcanzan las alturas de Heidegger en Ser y tiempo-, la pasión de la fe -sus palabras acerca del padre de ese joven pródigo son desgarradoras: "Y todavía era el padre el que más lloraba"-, y de la literatura -su precioso francés latino y sus canónicas vueltas al motivo.

Con Péguy se creó un nuevo género literario, una nueva posibilidad del pensamiento; asegura Steiner que después de Milton y de Corneille, Péguy es el más latino de los modernos.

Péguy lleva la voz de Job y de Isaac, puede encarnar los motivos del primero, del hombre imposible de acusar de blasfemia, y las palabras no pronunciadas del segundo cuando su padre lo monta con los leños en la pira. Al escribir...

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