Chapultepec, camposanto de ahuehuetes

AutorFrancisco Morales V

Texto: Francisco Morales V.

Foto: Héctor García

Un miércoles de abril, al mediodía, una cuadrilla de trabajadores con paletas de albañil se esmeraba en la construcción de un arriate de cemento y piedra, de un grosor y circunferencia considerables, con el Lago Menor del Bosque de Chapultepec a sus espaldas.

Con gran meticulosidad, los obreros montaban lajas de piedra, una sobre la otra, para darle un efecto "Gaudí" al tosco macetón que, una vez limpio, tendría un color agradable a la vista, acorde al entorno verde.

De buenas y riendo entre ellos, aun bajo el rayo del sol que ninguna sombra mitigaba, los hombres de chaleco naranja parecían no reparar en el hecho de que, en realidad, lo que estaban construyendo era una cárcel.

Al centro de su obra, defenestrado por grafitis, seco y enfermo, un ahuehuete de unos 800 años hoy agoniza, sepultado por piedra y concreto.

Ese día, 5 de abril, durante un recorrido por la Primera Sección del Bosque, el arquitecto paisajista Saúl Alcántara, presidente del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), Capítulo Mexicano, pasó del enojo a la tristeza franca.

Después de varias horas de caminata entre unas decenas de ahuehuetes muertos y moribundos, el trayecto remató finalmente en esa intervención errada que ahoga un monumento vivo.

"El ahuehuete es un árbol realmente mágico", expuso, sentado a pocos metros de donde, a su parecer, se estaba cometiendo algo cercano a un crimen.

"Bernardino de Sahagún escribió que los antiguos mexicanos le dijeron que antes de la llegada de los mexicanos,100 años antes, los ahuehuetes eran seres humanos; tienen espíritu, tienen alma", lamentó.

La palabra "ahuehuete", proveniente de los vocablos en náhuatl "atl" (agua) y "huehue" (viejo), representa muy bien a los árboles longevos, que pueden alcanzar hasta los 2 mil años de edad, y también refleja su apremiante necesidad hídrica para sobrevivir.

A pocos metros del lago, esos árboles centenarios son, entonces, "Viejos del agua" que no pueden aliviar su sed.

En esa figura al centro del arriate se reúnen todos los males que aquejan a los ahuehuetes de la Primera Sección del Bosque de Chapultepec: intervenciones que inhiben su acceso al agua, podas inadecuadas, flora y fauna invasivas, vandalismo y desatención generalizada.

Constreñidos por cemento, invadidos por plantas que les roban nutrientes, dañados por pintas e incendios, y maltratados por varillas y concreto en sus troncos, los ahuehuetes, cuando no son derribados o caen muertos, apenas sobreviven.

"El Bosque de Chapultepec se está convirtiendo en un camposanto de ahuehuetes", condenó Alcántara durante el recorrido.

Con una política de conservación que especialistas consideran equivocada, cuadrillas de trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México se afanan en construir sus cárceles y tumbas.

Tienen podas muy mal realizadas, que están generando pudriciones en todo el tronco. Hay que hacerles podas fitosanitarias, no moches".

Saúl Alcántara, presidente del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), Capítulo Mexicano

Palimpsesto mexicano

"Somos testigos de árboles centenarios que son como el palimpsesto de este territorio; no de la Ciudad, del territorio entero", aquilata Saúl Alcántara.

La palabra "palimpsesto" se utiliza para denominar un manuscrito que todavía retiene las marcas de una escritura anterior, parcialmente borrada, pero todavía visible.

La historia de México puede verse reflejada en los ahuehuetes, que per- manecen inamovibles, aunque en peligro, a lo largo de todas las épocas.

Basta recordar que el Árbol...

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