Certifica actuario la tortura

AutorErnesto Núñez

Dos guardias se acercaron a Héctor, a uno de ellos lo reconoció: era un policía judicial de apellido Wady. El otro usaba pasamontañas y camisa de manga larga.

Wady se acercó a él, le bajó el pantalón, le puso una mano en las nalgas y, con la otra, le introdujo un palo en el ano.

-Esto te pasa por puto, tienes que decir que tú los mataste y tienes que decir que eres zeta -le dijo Wady mientras hundía el palo.

Héctor gemía, negándose a confesar. Los policías lo incorporaron, le retiraron las esposas y lo metieron a una regadera y le ordenaron que se bañara y lavara su pantalón.

Ya vestido, le volvieron a vendar los ojos y le dijeron que se preparara porque el general quería hablar con él. Cuando el general llegó, Héctor le dijo que era inocente y le pidió que dejaran de torturarlo.

La respuesta que obtuvo fueron más golpes, en la cara, el tórax, el cuello. Sus torturadores le levantaron la venda y le dijeron: "mira, pendejo, somos nosotros". No había ningún general, sólo policías que comenzaron a intercalar golpes y amenazas.

-Ya agarramos a tu madre, nos la vamos a coger- le dijeron.

-También agarramos a tu esposa y a tus hijas- le advertían, mientras él se movía enfurecido, agitándose como un pez intentando escapar de una red fuera del agua.

Los policías le metieron la cabeza en la bolsa de plástico, echaron dentro polvo de chile habanero y la cerraron alrededor de su cuello para asfixiarlo.

Volvió a perder la conciencia y despertó hasta sentir el ardor en los testículos provocado por toques eléctricos que se alternaban entre el cuello, el ano, el pecho.

Después, el doble golpe en forma de aplauso sobre sus oídos con las palmas de dos manos grandes, callosas, sólidas como un bat que terminó por reventarle el oído izquierdo.

-Tú mataste a las personas y tú pagas a dos del gobierno -alcanzó a escuchar en medio del dolor que le provocaban los golpes, el ardor de los toques eléctricos, el cansancio tras más de 12 horas sin comer ni tomar agua.

-¿Por qué me hacen esto?- preguntó.

-Por más pendejo- le respondió una voz anónima.

Después, lo llevaron a una celda y ahí le leyeron una lista de nombres que jamás había escuchado, para que identificara a "sus cómplices" en delitos que desconocía.

Según Héctor, cuando los policías no estaban en el turno de golpearlo, grababan su tortura con teléfonos celulares.

Entre tortura y tortura, le daban refresco Squirt para revivirlo.

"Me decían 'abre la boca' y me aventaban el refresco, me echaban chile habanero...

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