Cerrar con broche de oro

AutorVictoria Schussheim

¿Por qué tenemos tanta fama de ser corruptos los mexicanos? En cualquier dirección en que miremos se exhiben casos flagrantes de corrupción: un príncipe en Bélgica (¿o era en Holanda?; ¿o fueron dos?), un yerno real en España, políticos en Estados Unidos, enjuagues en Francia, mensalaos en Brasil.

¿Y entonces por qué somos para todo el mundo el país de la mordida? Sugiero que no es mordida, es tributo.

Así como en tiempos prehispánicos el más miserable de los macehuales contribuía con un pedacito de lo que fuese a su calpulli, y éste le daba un tributo más o menos decente a su tlatoani, y así seguían todos, cada quien entregando un poquito y reteniendo un poquito, hasta que se hinchaban los cofres y los graneros del gran tlatoani, nosotros practicamos la mordida democrática e integral, desde las mismas bases.

Empezamos con la basura. Su propina al del carrito o al del camión, y no se diga si es un volumen más o menos grande: hay tarifas fijas. Claro, el del carrito le da una lana a algún personaje que le permite usarlo. El del camión, lo mismo, pero más. Ese personaje toma su diezmo, y entrega lo demás a un personajito un poco más encumbrado. Y así sigue y sigue la cadena hasta que alguna partícula de esas monedas mugrosas llega a manos de quienes presiden los destinos de la patria.

Y lo mismo la mordida al policía, la propina del día del cartero, los diez pesos al del directorio amarillo...

O sea que en lugar de pagar salarios decentes a los trabajadores públicos, les pagamos una miseria, y los demás, que se arreglen.

Pensándolo bien, no es un mal sistema. Es una especie de impuesto directo. Si no tengo auto, no pago mordida. Si no tengo teléfono, no le pago al de la sección amarilla...

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