La paz cercenada: la Hoja de Ruta, la Iniciativa de Ginebra y el (incierto) futuro de los refugiados palestinos.

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Resumen

La Hoja de Ruta y la Iniciativa de Ginebra constituyen los últimos esfuerzos para relanzar el proceso de paz palestino-israelí. La primera pretende la rápida creación de un Estado palestino, terminar con la ocupación y alcanzar "una solución negociada, justa y realista al problema de refugiados"; pero una revisión del proceso de Oslo permite conjeturar que dicha solución probablemente excluya el regreso de este colectivo a sus hogares. Por su parte, en los encuentros informales entre notables palestinos e israelíes en Ginebra, Suiza, los participantes se han decantando abiertamente por el no retorno. Si los refugiados, que conforman la mayor parte del pueblo palestino, quedaran excluidos de los dividendos de la paz, el hipotético acuerdo que surgiría de cualquiera de las dos iniciativas podría quedar en papel mojado.

Abstract

The Roadmap for Palestinian-Israeli and Arab peace and the so-called Geneva Accord are the latest efforts to resume the Palestinian-Israeli peace process. On the one hand, the Roadmap looks for the rapid creation of a Palestinian State, ending the occupation that began in 1967, and to reach an "agreed, just, fair, and realistic solution to the refugee issue". But with a revisal, it can be inferred from the Oslo peace process that this solution will probably exclude the refugees' return to their homes. On the other hand, during the informal meetings held between Palestinian and Israeli notables in Geneva, Switzerland, the participants have openly convened to support the "no return" option. If the refugees, who make up the largest part of the Palestinian people, were excluded from the peace profits, the implementation of a final accord that might emerge from any of these proposals would probably rail.

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El problema de los refugiados

La primera guerra regional tras la creación del Estado de Israel en 1948 provocó el desplazamiento de entre 750 mil y 800 mil (1) palestinos, quienes abandonaron sus hogares para trasladarse a zonas controladas por los ejércitos árabes. Desde entonces, y pese a los esfuerzos diplomáticos de la comunidad internacional y los representantes árabes, Israel nunca ha permitido el regreso de los refugiados a sus lugares de origen. Asimismo, la piedra angular de la lucha de los refugiados ha sido el derecho al retorno, establecido en la Resolución 194 (III) de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) del 11 de diciembre de 1948. En ella se asienta que a aquellos que "deseen retornar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos, se les debe permitir hacerlo en el plazo más corto posible". Contempla, además, el pago de compensaciones "por las propiedades de aquellos que decidan no regresar y por la pérdida o daño de las propiedades" del conjunto de los refugiados. Dicha resolución ha sido reafirmada cada año por la aplastante mayoría de la comunidad internacional en el seno de la ONU.

La crisis humanitaria de 1948, que involucraba a casi un millón de refugiados, pronto desbordó a las organizaciones filantrópicas que operaban en la región, encabezadas por la Cruz Roja y los cuáqueros americanos. En consecuencia, Naciones Unidas debió asumir el cuidado del grupo de desposeídos que se agolparon en campamentos improvisados en Gaza, Cisjordania, Jerusalén, Jordania, (2) Siria y Líbano. Para ello, en 1950, la Asamblea General creó el Organismo de Obras Públicas y Socorro de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (el OOPS, más conocido por sus siglas en inglés como UNRWA). Conforme el conflicto se prolongaba y el retorno de los refugiados se hacía esperar, el OOPS pasó de ofrecerles servicios de emergencia a proveer educación, sanidad y servicios sociales de forma permanente. De esta manera, y por su larga trayectoria al servicio de los refugiados, éstos han percibido a dicho organismo de Naciones Unidas como el compromiso de la comunidad internacional con su causa.

En la actualidad, una tercera parte de los miles de refugiados todavía habita en alguno de los campamentos del OOPS, mientras muchos otros permanecen en los alrededores o en campamentos no oficiales en condiciones de hacinamiento y pobreza. Después de cinco décadas en el exilio, más de cuatro y medio millones de refugiados constituyen entre el 60 y el 70 por ciento del pueblo palestino. La inmensa mayoría permanece a menos de 100 kilómetros de sus hogares, a la espera de que el Hulum al Awda (el sueño del retorno) se cumpla.

K. Nakhleh (3) considera que, en los campamentos, los refugiados mantienen un mayor sentido de identidad política y cultural que el resto de los palestinos debido a su proximidad física, endogamia y etnocentrismo. Sin embargo, dicha identidad, tal y como se conoce ahora, se consolidó hasta 1968, dos décadas después de la expulsión. De hecho, durante los primeros años de exilio, los campamentos fueron símbolos de miseria y humillación, en donde nadie quería permanecer. Vivir fuera significaba tener algún familiar o conocido en el entorno para buscar refugio en primera instancia. En un primer momento, aquellos refugiados que pudieron abandonar los campamentos lo hicieron; muchos otros se resistieron a acudir a ellos en 1948, en especial aquellos que salieron de sus hogares con algún dinero y que pudieron vivir de él un año o dos, hasta que la falta de recursos les obligó a buscar cobijo y ayuda en dichos albergues.

En términos de acción política y social, los primeros 20 años fueron considerados de "luto" por los propios refugiados, que mantuvieron básicamente una actitud pasiva y subordinada, a la espera de que los Estados árabes liberaran a su país. Pero los cambios políticos regionales, sobre todo la derrota de los ejércitos árabes y la ocupación israelí de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental en la guerra de 1967, (4) convirtieron a la comunidad refugiada en el bastión de la resistencia, una vez que la Organización para la Liberación Palestina (OLP) tomó en sus manos la tarea de liberar a su patria. (5)

Las nuevas generaciones nacidas en los campamentos se apoderaron de las riendas de la lucha por el retorno, cambiando la propia percepción de entes pasivos o "víctimas" a "revolucionarios" o "combatientes" de la patria, sin contar con el concurso directo de los Estados árabes. Éstos, durante dos décadas, habían desarrollado discursos incendiarios que no se materializaron en apoyos reales a los palestinos en sus territorios ni en la recuperación de sus tierras. Tras la guerra de 1967, "el movimiento de resistencia hizo tangible una confianza que miraba hacia sí sirviendo (...) como la principal fuente de protección y acceso a recursos [para los refugiados]". (6) Según Rosemary Sayigh, en los primeros años de exilio, incluso en las escuelas del OOPS, el control gubernamental de los países de acogida era más férreo y se impedía o controlaba la transmisión de la memoria colectiva palestina. Pero a partir de 1967 la situación cambió y las celebraciones de fiestas y fechas nacionales, cantos patrióticos, etc., se multiplicaron. (7) Como consecuencia de estos cambios, en la actualidad se perciben diferencias de actitudes políticas entre generaciones. Aquellos que fueron expulsados en 1948 son más pasivos debido a las carencias y traumas sufridos durante la Nakba (8) y han transmitido a sus descendientes una visión algo idealizada de sus hogares y comunidades de origen. Las generaciones nacidas en los campamentos, más educadas y politizadas, suelen gozar de mayor confianza en sí mismas y ser más reivindicativas, por lo que en los campamentos florecen las organizaciones populares de todas las tendencias y afiliaciones. Es común escuchar entre los jóvenes de los campamentos expresiones como: "el campamento nunca ha sido mi hogar y nunca lo será", "mi patria es Palestina", "agradezco lo que el gobierno (de acogida) ha hecho por nosotros, pero yo no soy de aquí" e incluso "no cejaremos nunca de luchar por el retorno, y si yo no puedo volver a Palestina, mis hijos o nietos lo harán". (9)

Así pues, el movimiento nacional palestino, que desembocaría en la creación de la Ola,, se desarrolló en los campamentos, de donde extrajo a sus líderes y militantes. No obstante, la última década ha presenciado un alejamiento entre representantes y representados. Por un lado, los últimos 18 años han sido especialmente duros para los refugiados por su papel en ambas intifadas, dado que las mayores pérdidas materiales y humanas han ocurrido en los campamentos. Por otro lado, cuando la Ola, aceptó relegar la cuestión de los refugiados hasta el final de sus negociaciones con Israel, el proceso de paz fue asumido por muchos como un insulto, e incluso como una traición de la central palestina. En este marco, los últimos esfuerzos negociadores oficiales --la Hoja de Ruta-- y extraoficiales --la Iniciativa de Ginebra--, no parecen ofrecer soluciones aceptables para aquellos que aún habiendo nacido en el exilio, ya sea por segunda o tercera generación, continúan considerándose palestinos.

Posturas tradicionales en cada bando

Las posturas oficiales de ambos lados respecto al tema de los refugiados han sido poco menos que irreconciliables. Para los palestinos, la única solución al problema es la aplicación íntegra de la Resolución 194, es decir, el retorno de los refugiados a sus hogares y el pago de compensaciones por las pérdidas materiales y el sufrimiento de cinco décadas de exilio. Esto requiere que Israel reconozca su participación en la creación del problema de los refugiados durante la guerra de 1948, cuando los palestinos fueron expulsados por las milicias hebreas o huyeron por el temor de masacres, como la perpetrada en Deir Yasin. Sin embargo, hasta ahora Tel Aviv ha negado esas acusaciones y alega que los palestinos se fueron voluntariamente, aconsejados por sus líderes. (10) Al no reconocer la creación del problema, se ha negado de manera insistente a compensar o restituir a los refugiados y, por supuesto, a conceder el derecho al...

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