Cecilia Soto/ Entre Ricky y Luis Miguel

AutorCecilia Soto

Del valle de lágrimas a la promesa del paraíso. Para muchos, pero especialmente para muchas, ésa fue la transición que sufrieron sus opciones el pasado fin de semana en el Distrito Federal. El debate entre si votar por Vicente Fox, Francisco Labastida o Cuauhtémoc Cárdenas ahora no fue opacado por acontecimientos como la huelga de la UNAM o la violencia en El Mexe, sino por la presencia simultánea en la capital de la República de Ricky Martin y Luis Miguel. El asunto es menos trivial de lo que parece. Mientras que la reflexión sobre las opciones políticas pertenece al desgastado reino de la realidad, la presencia simultánea en la Ciudad de México de los dos grandes divos de la canción latina representó la irrupción repentina del reino de la fantasía en la vida de las decenas de miles que los fueron a ver y oír y los cientos de miles más que siguieron el acontecimiento. Cincuenta y cinco mil atestaron el foro donde se presentó el boricua Ricky Martin; cerca de 170 mil han comprado boletos para los 17 conciertos de Luis Miguel. Cualquier político palidecería ante estas cifras.

"¿Cuál es mejor?", es la pregunta que se usa para dirimir las cualidades artísticas de uno u otro ídolo. "¿Cuál es el menos peor?", es la interrogante a la que se acude cuando el debate entre una u otra opción política ha puesto en el tapete las debilidades de los candidatos presidenciales y de los partidos políticos que los postulan. Mientras que en la actual campaña política "vemos demasiado", la sed de los fanáticos sobre cualquier detalle de la vida de los artistas que admiran nunca se sacia. Por supuesto se trata de dos niveles completamente diferentes; la política tanto para el protagonista como para el elector trata del deber ser. "Debemos" hacer política y "debemos" acudir a votar porque nada en el mundo real funciona bajo patrones óptimos. El ideal del autogobierno, planteado por Platón en su diálogo La República hace 2 mil 500 años, en el que la representación política sería innecesaria, requeriría que la conducta humana no necesitara de la amenaza del castigo para apegarse a la ley y es, por tanto, tan sólo un ideal.

En cambio cuando se trata de la admiración por figuras como Ricky Martin o "Luismi", el fan decide jugar un rato, decide fugarse sanamente sabiendo perfectamente que está jugando, decide divertirse, cantar, bailar e imaginar que ambos artistas son tan hermosos como lo sugieren sus rostros. A diferencia de lo que puede suceder con un personaje...

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