Gabriel Guerra Castellanos / Cumbres y Abismos de la Política Exterior

AutorGabriel Guerra Castellanos

Así, en el cuarto año de esta Administración, opinan que se debe reunir con ellos aunque no tengan asuntos que tratar, ya que -al final del día- una buena relación personal facilitará la convivencia entre los pueblos y las naciones.

Esta cancilleresca explicación, rebosante de sabiduría y pensamiento a largo plazo, debería ayudar a quienes -como yo- nos encontramos confundidos por la aparente fascinación del Gobierno mexicano por ser anfitrión de cuanto foro internacional se le atraviesa en el camino.

Algunos ingenuos, desentendidos de cómo funciona la diplomacia moderna, siguen creyendo que la manera correcta de hacer las cosas es un tanto cuanto al revés: los países basan su quehacer internacional en la promoción de sus causas y la defensa de sus intereses, y eso requiere, ante todo, definir claramente cuáles son los objetivos.

Una vez trazado, el camino requiere de una combinación de contactos en lo alto y de trabajo cotidiano con funcionarios, políticos, medios y representantes de la sociedad civil. A eso se le llama promoción, y el mismo Plan Nacional de Desarrollo (PND) la menciona como una prioridad de la política exterior.

El PND se refiere también a la importancia de atender y participar activamente en los foros multilaterales, si bien señala que esto no debe ser en detrimento de las relaciones bilaterales. En ninguna parte, hasta donde se alcanza a leer, el PND enuncia la anfitrionía como una de las características estratégicas de la política exterior mexicana.

La diplomacia moderna enfrenta complejos retos, de los cuales no es menor el de la transformación de los flujos de información y comunicación, que amenazan con volver irrelevantes a los canales diplomáticos tradicionales.

En esta era de la información instantánea, la mera noción de una nota diplomática que tarda horas o días en llegar a su destinatario es aberrante. Así que una primera prioridad para los hacedores de la política exterior podría ser reasignar el papel de Embajadas y Consulados, que tan caros cuestan, sin contar por supuesto a las oficinas del Banco de Comercio Exterior o a las de la Secretaría de Turismo. No es tan lucidor como organizar una Cumbre, pero tal vez más benéfico.

Un segundo asunto que nos debería ocupar es el de la redefinición de la relación con nuestros vecinos, al norte, al sur y al oriente. No sólo Guatemala, Belice y Estados Unidos, sino también las naciones del Caribe, y muy principalmente entre ellas Cuba. Esta necesidad la dicta el...

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