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Casi perdidos en Tokio

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Vincent
AutorHaydé Murakami

Enviada

TOKIO, Japón.- Todo iba muy bien, de veras. Caminaba yo deprisa, tratando de imitar esa naturalidad japonesa para moverme en el metro tokiota como si no fuera mi primera vez, hasta alcanzar la salida de la estación Shibuya.

Espero que los que vienen detrás perdonen que me detenga tan en seco. Me gustaría explicarles que no es para menos: el auténtico océano de gente y luces que encuentro me alarma muchísimo.

Imagino que algo grave pasó quizás, pero nadie luce asustado. Tal vez he llegado en un momento especial, pienso, como a un concierto o un festival, y esas tres pantallas gigantes en los edificios van a transmitirlo en vivo. Pero no, nada pasa en realidad.

Hace más calor afuera que adentro del metro, y tengo la impresión al salir de que huele como a adolescente. Quién sabe a qué huelen exactamente los adolescentes, el caso es que esa extraña percepción se refuerza cuando ante los ojos aparecen aquí y allá decenas de grupitos de jóvenes que se hablan a gritos y ríen sin aparente pretexto.

De pronto aquel mar de gente comienza a moverse produciendo un espectáculo único, como de olas. Los semáforos del cruce están todos en rojo, lo que permite el paso a los peatones en todas las direcciones posibles hacia y desde la plaza.

Claro que si hubiera hecho la tarea antes de llegar, sabría que este es el famoso cruce llamado "Scramble Kousaten", el más agitado del mundo, según cuentan, y mi sorpresa repentina no habría ocasionado que los que venían detrás de mí chocaran unos con otros.

En realidad llegué hasta aquí sólo para cumplir la promesa a un pequeño lector de Gente Chiquita! que, conmovido por la historia del leal perro Hachiko (recientemente retomada en la película Siempre a tu lado), nos había pedido una foto de la famosa escultura colocada afuera de la estación Shibuya.

Aquí llegaba el perro puntualmente todos los días y a la misma hora por 12 años a esperar a su amo, sin comprender que éste no volvió del trabajo un día...

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