Desde la Sinagoga/ Hay que casarse por amor

AutorRabino Moisés Kaiman

Hace unos días llegaron a mi casa dos amigos y me dijeron que si podía ayudarlos, ya que estaban discutiendo y no sabían quién tenía la razón, ambos trabajaban en casas de familias judías.

Uno de ellos contó que la hija de la familia estaba a punto de casarse y que la familia del novio había venido a pedir la mano de la joven y al mismo tiempo había exigido una gran cantidad de dinero para permitir la boda; el segundo señor dijo que tenía muchos años conviviendo con una familia judía, varios de los hijos se habían casado y nunca había escuchado algo semejante.

Les dije que nuestra religión es muy clara y en el Shuljan Aruj, página 78, dice que no debemos casarnos por interés, ya que ese matrimonio no funcionará nunca, siempre debemos buscar a nuestra pareja por amor, para poder triunfar y tener una familia dichosa.

Les dije que dentro de nuestro pueblo hay muchas personas buenas, pero también hay personas, como en el resto del mundo, que no siempre se portan como Dios manda, inclusive, recordé un caso de hace muchos años cuando un joven de la Ciudad de México vino a casarse con una joven de Monterrey.

El día de la boda en la mañana me encontré con el papá de la novia y lo vi muy triste, le pregunté qué le sucedía y me dijo: "no es nada, levanté algo pesado y me duele la espalda". Le dije, "el dolor que veo en tus ojos no es por la espalda, a ti te sucede algo".

Al fin me contó que estaba muy triste, ya que los padres del novio habían llegado y habían pedido una gran suma de dinero para que su hijo se casara con su hija. Yo le dije que si ése era el caso él podía cancelar la boda; lamentablemente pensó que era muy tarde y continuaron con lo previsto, al poco tiempo esta pareja se divorció.

Cuando me enteré que esta pareja se había comprometido, le dije a los padres de la novia que no me gustaba este muchacho para ella, lamentablemente en este caso tuve la razón.

En nuestra comunidad cuando se formaliza alguna relación los padres vienen y me cuentan, ya que yo considero a todos los miembros de la comunidad como mis hijos y todos me consideran como el padre de la comunidad.

Tengo la obligación como dirigente espiritual si algo no me parece en la pareja debo de decirlo como lo diría si fueran mis propios hijos.

Hay una historia de un señor muy rico, pero muy tacaño, cada vez que le pedían dinero para ayudar a alguien siempre encontraba un pretexto para no dar, cierta vez, le pidieron para ayudar a una pareja de jóvenes muy pobres, el señor...

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