El Cártel de Guadalajara (II)

En 1977 la acometida de la Operación Cóndor en Sinaloa orilló a los grandes capos a buscar nuevos horizontes donde pudieran estar tranquilos. O al menos no tan presionados.

El jefe del nuevo grupo criminal que llegó a asentarse en Guadalajara era Miguel Angel Félix Gallardo, a quien algunos veían como callado o retraído, pero en realidad a él le gustaba pensar antes de pronunciar una palabra.

No era como los demás capos. De hecho, era el único que no provenía del campo, sino que también había estudiado una carrera comercial, pero que nunca le llenó.

Félix Gallardo carecía del carisma de Pedro Avilés, del arte de conversar de José Esparragoza El Azul, del poder regional de los Caro y los Carrillo o del humor de Pablo Acosta, pero era el mejor hombre para dirigir a los narcos.

Era inteligente y pragmático y no se le daba el mentir; su palabra valía más que la vida de cualquiera.

Con ayuda La periodista estadounidense Elaine Shannon en su libro Desperados sostiene que Félix Gallardo obtuvo ayuda de elementos de la Dirección Federal de Seguridad (el CISEN de aquellos años) para construir un complejo narcoindustrial, conectar a los capos con gente influyente en Guadalajara y copar zonas residenciales al norponiente de esta ciudad.

Félix Gallardo era propietario de una casa de playa en la Bahía de Altata donde en 1977 logró negociar, en medio de una fiesta llena de excesos, con el colombiano Gonzalo Rodríguez Gacha a quien apodaban El Mexicano por su gusto por las costumbres y folclor mexicano.

Gracias a esa reunión, pactada a través del hondureño Juan Ramón Matta, lograron llegar a un nuevo acuerdo: El Mexicano pondría la cocaína, Miguel y sus socios la transportarían usando sus propios medios hasta California, donde se entregaría a los contactos de Medellín en tierras estadounidenses.

De acuerdo a José Luis García Cabrera, en su libro ¡El Pastel! 1920-2000!, la comisión pactada fue de un 30 por ciento sobre el precio de venta en Estados Unidos, lo que representaba 3 mil dólares por kilo, es decir, 3 millones de dólares por tonelada.

"Nadie hay tan preparado en México para cumplir ese trato como Miguel Ángel Félix Gallardo. Durante sus días de contrabandista de goma y mariguana, ha montado una (extensa) red de distribución que une al noroeste mexicano con el suroeste de Estados Unidos.

"Pasa la yerba y la goma por un archipiélago de contactos en Sonora, Baja California, Arizona, Nuevo México y California. Para estos efectos, la frontera empieza...

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