Carmen Aristegui F. / 'Cuando despertó...'

AutorCarmen Aristegui F.

Con un abrazo para René Delgado.

Las elecciones en México de este 2017 serán recordadas como aquellas en las que se asestaron, sin mucho pudor, varias puñaladas a la democracia. Inevitable hoy la evocación a Monterroso y el dinosaurio que sigue ahí, entre nosotros.

Las elecciones en Nayarit, Coahuila, Estado de México y Veracruz mostraron lo inoperante que resultó la instrumentación de la última gran reforma electoral que se aprobó en el Congreso.

Lejos de "arrancarle las elecciones a los Gobernadores", como se presumía, los organismos locales en materia electoral mostraron, especialmente en Coahuila y el Estado de México, impericia y visos de sometimiento a los poderes locales.

En Coahuila, se dio a conocer ayer el cómputo del 100 por ciento de los 3 mil 625 paquetes electorales y se dio como ganador por un margen de 2.44 por ciento al candidato del PRI, Miguel Ángel Riquelme, en un proceso sumamente cuestionado.

El conteo rápido había mostrado un margen cercano al 2 por ciento a favor del candidato panista, Guillermo Anaya, mientras que el PREP quedó marcado por un comportamiento atípico, con casi el 30 por ciento de las actas no contabilizadas.

La oposición en bloque se levantó de la mesa; cuestionó la parcialidad del árbitro y montó un frente común para defender el triunfo de Anaya, candidato que exige, ahora, la anulación de las elecciones. Se anticipa ahí una batalla cívica.

Como "elecciones de Estado" fueron calificadas por protagonistas y críticos las elecciones 2017. Anticipo de lo que podría venir con las presidenciales.

Hoy estamos en el cómputo. Las fases previas de precampaña, campaña, conteos rápidos y resultados preliminares estuvieron plagadas de cuestionamientos y denuncias de inequidad, e intervención indebida por parte de los Gobiernos federal y estatales.

Ríos de dinero fueron usados para comprar votos, conciencias y, también, para recoger credenciales e impedir que un número indeterminado de ciudadanos acudiera a votar, a cambio de una dádiva o de un engaño.

Se echó a andar una imaginativa y perversa maquinaria de promesas coercitivas. Se distribuyeron tarjetas rosas y rojas para sembrar la idea de que con ellas se obtendría dinero en un futuro no muy lejano, siempre y cuando ganara la contienda el candidato que aparecía en la foto. En caso contrario, ya podían quedarse con los cartoncitos.

Hubo prácticas disuasivas de todo...

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