Carlos 'Warrior' Guerrero / Entonces Dios también se cansa

Si en verdad Maradona era el padre de la pelota, ésta ha quedado huérfana, desolada y llorando sin encontrar aún explicación. Será labor de algún otro genio de las canchas ir en busca de ella, fungir de padrino y abrazarla un buen rato. Su misión será dar la bendición a la ahijada triste para que vuelva a rodar sin miramientos. La vida sigue.

Maradona era religión. Con todos los matices que conlleva. Fe, amor, culto y una dosis de fanatismo de por medio.

Basta observar las imágenes de su funeral. Particularmente delirante. Parecería que el adiós del Diego fuera una grada enardecida que atraviesa la barrera del minuto noventa con marcador empatado, pero con un penal a favor. En este caso, con la esperanza religiosa de un milagro que saben ya no llegará. El crédito se agotó entre tantas peticiones.

Hoy en Argentina es más grande el dolor de su partida que el temor a los tiempos de pandemia. Ya qué miedo pueden tener si han perdido el partido más importante.

Si al fanático no se le puede hacer entrar en razón en una sala, mucho menos en la despedida del ídolo. El lado más salvaje se combina con la tristeza generando una extraña mezcla que no entiende de control.

Las calles se inundaron de hinchas donde más que arreglos florales, hubo banderas y donde más que rezos, hubo cánticos. Maradona aún en otro plano, llenó un estadio imaginario y consiguió que los de Boca abrazaran a los de River.

Pocos personajes en la historia con una dualidad tan marcada. Protagonista y antagonista a la vez, pero jamás un actor de reparto. Nunca medias tintas, nunca una escala de grises. O era blanco o era negro.

Tuvo todo para...

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