Carlos Vázquez Segura / Traidores de categoría

AutorCarlos Vázquez Segura

La ignorancia es una de las madres del temor, la más antigua y prolífica. El temor, por su parte, es una droga producida por esa glándula anímica donde coinciden cálculo e instinto. Teme andar quien, conociendo la ubicación de su destino, nada sabe sobre los riscos y pantanos de la ruta; pero teme más quien ignora a dónde ir. De igual forma se le puede temer a lo conocido, como cuando sabemos la altura de un precipicio o tras de qué esquina se esconden los chacales. La incertidumbre es otra de las madres del temor. Podríamos describirla como lo que nos invade cuando en el entorno no hay reglas, ni medios, ni criterios claros sobre la mesa.

En el caso del mexicano, ni su humor ni su prestigio temerario ni la ensayada confianza en su astucia -con la que nadie, jamás, cuenta- le facultan para mofarse de aquello que realmente le causa incertidumbre.

Cuando las cosas se salen de control, haciendo peligrar la estabilidad de lo conocido, el mexicano se alarma, pero reacciona. La mayoría -después de la primera impresión- se calma, analiza los hechos, anima a sus compañeros y afronta -con todos- la situación. A otros, en cambio, se les cierra el mundo, por lo que rompen cualquier compromiso, olvidando las raíces y cimientos sobre los que hubieran edificado cualquier puente de pertenencia o lealtad. Actúan con la sirena encendida, con egoísmo extremo, como si sólo ellos merecieran salvarse de la supuesta amenaza, como si la comunidad no requiriera de estrategias en conjunto para sacar a flote a cada uno de sus miembros.

Así, ante la tormenta vemos a aquéllos que corren primero, abandonando a su suerte a los demás. Huyen, incluso hasta al extranjero, donde el sentimiento patriotero aflorará, tarde o temprano, como nostálgica flor de su hipocresía. Otros, aún más desgraciados, de inmediato afilan hachas y machetes para sacar leña de los caídos, del prójimo en desventaja, como si de eso se tratara la vida, como si el abuso, la usura y la compra a una fracción del valor de las cosas se pudieran justificar con algún atenuante moral, que no existe. Actúan como si hubiera atajos a su servicio en los campos de la ética, como si fuera honorable llegar a lo más alto en la escala de la traición.

Esa parte indeseable de los mexicanos sabe que hay diversas...

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