Carlos Monsiváis/ De la suerte de las regiones

AutorCarlos Monsiváis

Los jeans y la falda bajada hasta el huesito

Los días de septiembre traen consigo, año tras año, una variedad melancólica de la pirotecnia, las reflexiones sobre la Patria, el nacionalismo, la soberanía y el nivel de emoción genuina de las multitudes que el 15 de septiembre se agolpan en los Zócalos reales y en los casi igualmente poblados de la imaginación festiva.

Es difícil rehusarse al determinismo cívico ("Fecha eres y en lugar común te convertirás "), y por eso abordo en estas notas una variante de los comentarios sobre el destino nacional, el proceso donde se enfrentan y complementan históricamente el Centro y la Provincia, el centralismo y las regiones.

"La Provincia es la Patria que insiste declamar a la luz de la vela"

Hasta hace unos años, la tiranía del centralismo era tal que si se mencionaba el "regionalismo ", se convocaba en el acto a las leyendas de la autocomplacencia en el aislamiento y el feudalismo del atraso. Las regiones: lo alejado del impulso que conducía al Progreso, las proveedurías de materia prima (talentos humanos incluidos), los contribuyentes del "melting pot "en la Ciudad de México. Regionalismo: un panorama de logros y orgullos valiosos a escala, pero difícilmente merecedores de repercusión nacional, ya no digamos internacional.

La creencia aún no se disipa del todo: en México sólo hay dos regiones, la capital y la provincia. Así se insista en los polos definitorios del Norte enérgico, el Sur famélico y el Centro aprovechado (como hizo un gobernador panista), la capital todavía concentra los poderes, los estímulos, el conocimiento panorámico del país y los elementos teóricos que aclaran lo que se vive en provincia.

Así no obstante y por ejemplo el brío y los poderes de Monterrey, persiste la visión negativa de las regiones, en gran parte cierta, que señala la opresión moralista, las revueltas, la represión moral, la fuga de la gente valiosa, la prosperidad de una minoría pequeñísima y la tradición de la violencia fratricida, distinta a la cultura de la violencia capitalina (El narcotráfico ha modificado esta última percepción). Estos elementos son reales, pero también es verdad que están dejando de serlo, lo que desde el Centro no se entiende bien.

El centralismo quiere volver fatal todo lo de la provincia (término forzosamente peyorativo), y concibe la trayectoria lineal de la historia que lleva el nombre y el apellido del hombre fuerte, de las manías circulares de los conservadores de las insuficiencias...

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