Entrevista / Carlos Reygadas: El mundo detrás de la historia

AutorJesús Pacheco

Carlos Reygadas ha llamado la atención de cinéfilos, cineastas y críticos no sólo por su continua presencia en festivales y la repercusión que ello implica, también lo ha hecho por su peculiar estética, donde el límite entre lo documental y lo ficticio parece disolverse gracias al uso de mínima iluminación y, sobre todo, a la utilización de actores no profesionales.

Reygadas ha estado presente en Cannes con los tres largometrajes que ha filmado hasta ahora: Japón, ópera prima con la que obtuvo la mención especial Cámara de Oro en el 2002; Batalla en el cielo, con la que compitió por la Palma de Oro en el 2005, y Luz silenciosa, con la que ganó el Premio del Jurado y compitió de nueva cuenta por la Palma de Oro.

Con Luz silenciosa, a los habituales comentarios sobre su manera de hacer cine se han añadido algunos sobre el entorno en el que el realizador decidió situar una historia de amor e infidelidad, el poblado chihuahuense de Cuauhtémoc, comunidad menonita del norte de México.

¿De dónde viene su preferencia por los actores no profesionales o su obsesión por ver actuaciones más naturales?

El cine tiene muchísimas cualidades y formas, y una de ellas es que debe aportar un contenido documental importante, incluso en la ficción. A mí me gusta el mundo detrás de la historia; me encanta que lo único que se vea en las películas sean lugares y personas, me gusta que sean auténticos y genuinos, y no necesariamente profesionales representando un papel. Siento que muchas veces el cine de hoy es como una literatura ilustrada con los medios del teatro, y eso no me gusta tanto. A mí me fascina ver a una persona por primera y última vez en una película, y no ver a Nicole Kidman vestida de enfermera y mañana de astronauta o de señora del siglo 19; no dejo de ver ese cine, pero me encanta ese lado documental dentro de la ficción. No estoy en contra del cine de actores profesionales; al contrario, me gusta mucho como espectador. Lo importante es que haya diversidad y producción, esa es la clave de todo.

Su cine se caracteriza por ritmos pausados, luces al natural, el uso de actores no profesionales, composiciones elaboradas, un ambiguo límite entre lo documental y lo ficticio, ¿se ha planteado algún tipo de manifiesto tipo Dogma?

No, para nada. Por ejemplo, en cuanto al ritmo, yo siempre trato de hacer y utilizar un ritmo de lo más amigable al espectador. Cuando hice Japón, pensé que iba a ser una película comercial, pero luego me di cuenta de que no fue así. Yo realmente no creo en esos límites, partiendo desde el hecho de que no porque exista significa que saldrá algo bueno. Creo en la libertad creativa de procurarse y de usar lo que cada quien necesite para expresar su visión personal. No creo en ningún dogmatismo sobre el movimiento de cámara o su no-movimiento, o la iluminación o su ausencia, lo único que creo es que cada cosa que se haga para una película tiene que tener una razón -y muchas veces es simplemente la intuición pura y nada más-, pero todo debe tener una lógica interna pura, y eso surge del director, y cada director decide sus elementos y sus formas. No tengo ningún dogmatismo para eso, lo mismo soy bastante ecléctico en la forma en que uso las herramientas.

¿Cómo fue el proceso creativo de Luz silenciosa?

Tenía muchas ganas de contar esta historia que ya traía entre manos, la historia de un hombre que ama a dos mujeres, una es su esposa y otra es otra, y sufre muchísimo porque no se trata de la típica historia de triángulo donde todo está lleno de mentiras y de manipulaciones y engaño. Aquí los tres tratan de ser lo más valiente y lo más puro posible.

Yo quería contar esta historia y, cuando estaba pensando en el contexto, hice unos viajes por Chihuahua, y viendo cómo viven los menonitas de allá, me pareció que era la comunidad perfecta, porque es uniforme, casi monolítica, todo mundo es agricultor, se viste igual, es incluso muy parecido físicamente, entonces así me podía concentrar en la historia de la pureza de este amor dividido, que no fuera...

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