Carlos Monsiváis / ¿Quién defiende a los obreros?

AutorCarlos Monsiváis

A la memoria de Fidel Velázquez (la que quede)

En la peor crisis de la que todavía no existen los recuerdos, está a punto de la invisibilidad perfecta el liderazgo obrero, una de cuyas últimas salidas al exterior fue el apoyo al Gobierno de Felipe Calderón quien, por cierto, correspondió elogiando el patriotismo y la certera dirección de sus agremiados de dos próceres mal comprendidos por el pasado, el presente y el porvenir: el líder petrolero, digo, es un decir, Carlos Romero Deschamps, y el gran exterminador de especies en África Joaquín Gamboa Pascoe, líder supremo de la CTM, y bien merecido que se lo tiene.

En estos días, el liderazgo obrero, de algún modo hay que nombrarlo, no ha dicho una palabra, no intenta movilizaciones, quiere pasar desapercibido, no regala Hummers y ni siquiera se acuerda del fantasma del salario mínimo. Desaparecido el presidencialismo, la CTM no tiene a quién dirigir sus plegarias.

Las instituciones, si han durado lo suficiente, sobreviven algunas temporadas a su muerte, y por ello mismo aún son capaces de victorias postreras. Y la tardanza del obituario oficial podría evitar el despliegue de lo póstumo, algo que no está en las intenciones de estos líderes cetemistas, que prefieren la soledad de las alcobas de la agonía. Y las instituciones fallecidas, que abundan, al no corresponder a ninguna de las formas de lo actual, se atienen por entero a rituales ininteligibles y, ahora inaudibles, nada más dejan ver su aletargamiento en las conmemoraciones. Un gran ejemplo, la CTM, instrumento de control férreo que es hoy un manejo de inercias nebulosas.

De 1936 a la década de 1980, la CTM parece invicta. Cierto, la arrinconan los empresarios y desde 1960 es más bien un tigre de papel especializado en amenazas y ultimátums, pero el apoyo gubernamental le suprime a sus adversarios (la cárcel para los líderes del sindicato ferrocarrilero en 1959 y 1960; el aplastamiento de la Tendencia Democrática del SUTERM en 1972; la represión continua del sindicalismo independiente).

Fidel Velázquez, el Líder Sempiterno, retiene el poder a cambio de lealtad incondicional, y de asumir a fondo su prepotencia. Es el autor más ardoroso partidario de la Guerra Fría, el linchador moral de los disidentes, el obsequioso cantor de las glorias presidenciales (elogia a Miguel Alemán Valdés: "El Primer Obrero de la Patria", apoya la reelección de Carlos Salinas), el cruzado de la fe antiindígena que exige el exterminio del EZLN. Los cetemistas...

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