Carlos Monsiváis / Tomar la decisión

AutorCarlos Monsiváis

Anacrónicamente, absurdamente, extenúa el número de los que echan pestes por la incapacidad de actuar con rapidez de los gobiernos. Esto entraña una profunda inconsecuencia. Acudo al respecto a un clásico. En su maravilloso tratado "Consecuencias jurídicas de la duda y la espera" (Ediciones Crescencio A. Rejón, México, 1888. Traducción directa del alemán de I. Burgoa), el filósofo Klaus Offenbach sostiene una tesis contra el viento y a favor de la marea: "Se afirma con frecuencia: 'En la duda abstente', y esa conseja popular ha sentado jurisprudencia en la vida cotidiana y en la estrategia de los Estados-Nación. Sí, en la duda abstente. ¿Pero cómo reconocer la duda, tan parecida a ratos al éxtasis místico? ¿Cómo distinguir a la duda de un mal de San Vito que sufre parálisis? Quizás lo más convincente, si hemos de seguir las enseñanzas del gran Tocqueville, es un consejo: "Antes de que llegue la duda, abstente, y así te adelantas a tus vacilaciones".

Lo anterior es tema continuo de mis pensamientos, al menos desde que me nombraron secretario particular del licenciado y doctor (no en ese orden) cuyo nombre me reservo en atención al carácter ejemplarizante de estas notas (por lo demás, mi jefe dista de ser excepcional, al ser tan lo común la reticencia ante la contundencia). La época detesta lo muy afirmativo, y ningún político que se respete busca particularizarse por su osadía (pintorescamente descrita en el habla vernácula con la expresión "Lanzarse como el Borras", personaje ausente por cierto del Diccionario de Autoridades). Ahora, un intrépido es aquel que fracasa antes de tiempo, y un profesional de la duda es aquel que sólo pierde cuando sus adversarios tienen todavía menos prisa. El lema de la actualidad: "Quédate quieto que el éxito te alcanzará".

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Mi jefe, un hombre construido en la lucha (o en esa forma valerosa de la lucha que es el paréntesis), desde que ocupa su altísimo puesto se ha fijado una meta: nunca apresurarse, nunca acelerarse, nunca salir de estampida en busca de la solución. Nada de lo que pasa le conmueve lo suficiente y hace unos días me dijo, como no queriendo: "Tristón, yo no tomé posesión de este cargo para dejarme carrerear por los hechos. Ya verás". Y sí que cumple lo que dice, aunque todavía, por razones obvias, no diga lo que cumple.

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Pongo un ejemplo un ejemplo del letargo patriótico. Hubo una reunión del Más Alto Nivel para resolver que se hacía con el caso de la Víctima de una playa localizada en...

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