Carlos Monsiváis / La frontera norte y sus arraigos

AutorCarlos Monsiváis

'Venimos huyendo de identificarnos todo el día con nuestra identidad'

¿Cómo se forman y se transforman las ideas básicas y los hábitos mentales de las comunidades fronterizas de uno y otro lado? ¿Cómo seleccionan sus tradiciones mexicanas los alejados del centro? ¿Cuántos hábitos regionales le corresponden a una persona? ¿Qué saberes acumulados les sirven a los recién llegados a la frontera norte ante las humillaciones, las esperanzas de acomodo, la ilusión del tránsito al Otro Lado, las frustraciones y los encantos y desencantos?

¿Qué conocimientos les son indispensables a los migrantes y a los que lo son sin moverse de su sitio al estructurarse la noción de cruzar la frontera a partir del hartazgo del sedentarismo? ¿Cómo se vive la conciencia de los cerros (arquitectura incluida) de los que allí viven esperando el cruce, y cuál es la diferencia entre una colonia popular y un ghetto? ¿De qué modo se interiorizan entre los mexicanos las reglas de juego de la sociedad anglo? ¿Cómo se reconocen, adaptan, asimilan e incorporan los migrantes a la movilidad social de Estados Unidos y a la no menos intensa de la frontera norte?

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Los riesgos extremados, el conteo de cadáveres, la violencia radical del narcotráfico se añaden irremisiblemente al concepto y las realidades de la frontera. No constituyen la esencia de modo alguno -las sociedades arraigan en su laboriosidad, su poder industrial y comercial, su desarrollo educativo-, pero son algo más que la circunstancia, son la evidencia cotidiana del otro mercado de trabajo, la otra zona de las jerarquías de la vida y de la muerte. Las ejecuciones de jefes policiacos, el miedo en que se vive porque el azar (con armas de alto poder) no discrimina, las anécdotas que constituyen la pequeña historia o, en el caso de algunas ciudades, la historia a secas, todo el fenómeno del narco enturbia vigorosamente la idea de la frontera.

¿Quién se olvida del narco si ve al Ejército en las calles, si atiende el sonido de las ambulancias, si no escapa del estrépito de las ocho columnas y los noticieros? En tiempos del auge del desempleo, el narco es un empleador obstinado; en la hora de la inmovilidad social, el narco centuplica los ascensos económicos; en el torbellino del rencor y el resentimiento, el narco construye un desahogadero no menospreciable.

Ignoro si es verdad, como tanto dicen, que el narco es un Estado dentro del Estado, lo que sí se advierte, y categóricamente, es su carácter de versión monstruosa...

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