Carlos Fuentes/ México mestizo

AutorCarlos Fuentes

¿Cuál es la relación entre una nación y su cultura? Esta es la pregunta que late en el corazón del ya clásico y excelente libro de Agustín Basave Benítez, México mestizo. Históricamente, la cultura precede a la nación. ¿Por qué? Porque la cultura, por mínima y rudimentaria que sea, es anterior a las formas de organización social, a la vez que las exige. Familia, tribu, clan, sociedad, Estado, son organizaciones que preceden a la idea de nación, una idea que no está inserta en el orden natural y que sólo apareció en el Renacimiento europeo para legitimar ideas de unidad territorial, política y cultural, necesarias para la integración de los nuevos estados europeos nacidos de la ruptura de la comunidad medieval cristiana.

México y la América española accedieron a la idea de la nacionalidad al ocurrir otra ruptura: la del Imperio español de las Américas. No nos balcanizamos: las fronteras de los virreinatos y las capitanías generales permanecieron más o menos iguales, aunque México perdió a Centroamérica, y Chile ganó, a expensas de Perú y Bolivia, los territorios del norte. La idea de "la nación" aparece, según Emile Durkheim, porque se pierden viejos centros de identificación y de adhesión. La nación los suple. Isaiah Berlin añade que todo nacionalismo es respuesta a una herida infligida a la sociedad. La nación la cicatriza.

El nacionalismo mexicano e hispanoamericano cabe dentro de estas definiciones, pero constituye una excepción a la regla. Las naciones emancipadas de España hacia 1821 decidieron que podían hacer caso omiso de las culturas existentes ya en grados diversos (indígena, africana, europea y mestizaje de las tres) y optar por un solo modelo excluyente, el de la cultura del progreso imperante en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. La "imitación extralógica" denunciada por Gabriel Tarde veló la preexistencia de las culturas a la nación. Optamos oficialmente por el modelo occidental blanco y corrimos el velo sobre las culturas indígenas y negras de las Américas. Pero éstas, convertidas por fiat en fantasmas culturales, no tardaron en manifestarse, rompiendo la barrera del silencio a través de un suceso no sólo visible, sino mayoritario: el mestizaje.

Las naciones hispanoamericanas decidieron que ser independientes suponía poner la idea de nación por delante de la idea de cultura y obligar a ésta a seguir los dictados ideológicos de la nación democrática, progresista e, implícitamente, blanca, blanqueada y filoccidental plasmada en las constituciones y las leyes. De allí que la reaparición de los huéspedes indeseados -los indios, los negros- provocase manifestaciones racistas tan irracionales y rabiosas. Agustín Basave da cuenta de ellas en su libro. El indígena es un lastre, es irredimible. El villano liberal de Zavala pide educarlos (es decir, occidentalizarlos) o expulsarlos. El icono liberal José María Luis Mora es más drástico. En México y sus Revoluciones pide, en efecto "des-nacionalizar" a esos "cortos y envilecidos restos de la antigua población mexicana". Hay que buscar el carácter mexicano en la población blanca. Justo Sierra O'Reilly no se queda atrás en su indofobia. En 1848 pide expulsar a los indios de Yucatán por no "amalgamarse" con el resto de la comunidad... ¡como si la comunidad no fuese, originalmente, indígena y los...

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