Carlos Mendo / Ideología y religión

AutorCarlos Mendo

Y lo mismo puede decirse de las ideologías cuando se convierten en religión del Estado, como los ejemplos comunistas y nazi-fascistas demuestran.

Los ejemplos abundan en la historia, principalmente en las dos principales religiones monoteístas, Cristianismo e Islamismo.

Las Cruzadas, la Inquisición, las guerras de religión entre católicos y protestantes a partir de la Reforma -fiel reflejo de los enfrentamientos entre sunitas y chiitas en el mundo musulmán-, el absolutismo monárquico, basado en la pretendida unción divina de los reyes, y la imposición a los entonces súbditos del principio cuius regio, eius religio jalonaron a lo largo de siglos la atormentada historia del Cristianismo desde Roma hasta finales del siglo XVIII.

Pero dos fechas trascendentales, 1787 y 1789, cambiaron radicalmente las sociedades occidentales a ambos lados del Atlántico.

Las revoluciones americana, primero, y francesa, después, transformaron el mundo considerado cristiano. Por primera vez desde Atenas y Roma, los súbditos se convertían en ciudadanos. Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos de América, reza el preámbulo de la Constitución estadounidense, complementada dos años más tarde por la Declaración de los Derechos del Hombre de los revolucionarios franceses. Se instauraba el principio republicano de que el poder emana del pueblo y se relegaba a la religión al ámbito privado.

El Islam no ha tenido ninguna convulsión equivalente a las dos fechas antes reseñadas, reafirmadas en 1948 por los principios de la Carta de Naciones Unidas.

No se trata de exportar, y mucho menos de imponer por la fuerza al mundo islámico, soluciones cocinadas en el Occidente democrático. Sino, simplemente, de constatar un hecho.

Por eso, cualquier intento de implantar sistemas políticos que no estén basados en la sharia es contestado internamente -y no me refiero exclusivamente a los extremismos fundamentalistas de los talibanes o de Al-Qaeda-, y los líderes que lo intentan son acusados de colaboracionistas y lacayos del imperialismo, como ocurre con las monarquías jordana y marroquí o los regímenes laicos de Argel, Túnez, Siria o Egipto, donde sólo dictaduras férreas impiden la toma del poder por los fundamentalistas.

Hay excepciones como Turquía, Malasia y, quizás, Indonesia. Pero, incluso, en esos países el fundamentalismo cotiza al alza y las libertades individuales, a la baja.

El problema fundamental de estos países no radica en Occidente, aunque nadie puede...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR