Carlos Monsiváis/ Lo local y lo global

AutorCarlos Monsiváis

El gran éxito internacional de "Amores perros" (2000), la película de Alejandro González Iñárritu, seguido de cerca por el aprecio de taquilla de "Y tu mamá también" de Alfonso Cuarón, vigorizan, en circunstancias absolutamente distintas, el debate sobre el localismo en la era de la globalización. Para empezar, por esa "intuición conjunta" que es el criterio generacional, ambos directores, buenos narradores fílmicos, eligen un protagonista alterno, tan importante o más que los personajes centrales y que la acción: un idioma ("el chilango", dice Cuarón), que es el español en la ciudad de México, sustentado en la normalización absoluta de las "obscenidades", que de palabras tremendas pasan a ser decoración costumbrista. (Diga un millón de veces Chingada, y se le aparecerá el demonio).

El rasgo específico de esta habla juvenil es la sustitución del esto y el que por cabrón y güey, aplicados en forma unisex no como agresiones sino como amor a los mexicanismos. El habla de "Amores perros" y de "Y tu mamá también" es infatigable y triunfalista, y sintetiza la violencia y desahogos que auguran o se proponen evitar la violencia física. El habla es todo esto aunque, limitaciones de la eufonía, no dispone de cadencias verbales de la índole del hip hop. A cambio de su agresividad y del modo (teatralmente) feroz de indicar su presencia en el mundo, "en el mameta tierra" como podría decir alguno de los personajes, el habla de hoy carece del ritmo brillante, del jazzeado popular de Cantinflas, Tin Tan, Mantequilla y Piporro, para citar a clásicos del género.

El gran antecedente de estas películas es una de las obras maestras de Luis Buñuel, "Los olvidados" (1950), centrada en la violencia juvenil en la Ciudad de México, que es, entre otras cosas, una parábola sobre los procesos encanallecidos de la pobreza. Si del Jaibo (Roberto Cobo) en adelante, los personajes de "Los olvidados" no son víctimas indefensos del fatalismo (el asesinato y la crueldad son siempre productos del libre albedrío), sí actúa el determinismo ambiental. A los pobres los condenan el abandono, la indiferencia interna y externa y la autodestrucción. Se puede renunciar a la comisión de delitos, pero no a las frustraciones y la ruina sicológica.

Buñuel no tiene un contacto muy directo con el neorrealismo y renuncia a la poesía explícita de las situaciones de arrinconamiento que se prodiga en "Limpiabotas", "Cuatro pasos en las nubes", "Paisa" y "Milagro en Milán", pero sí confía en su...

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