Carlos Fuentes / Maquiavelo en México

AutorCarlos Fuentes

Hace días, presenté en el Círculo de Bellas Artes de Madrid mi novela más reciente, La silla del águila. No pude estar mejor acompañado. Mis interlocutores eran Felipe González, ex presidente del Gobierno español, y Alan Riding, corresponsal cultural del New York Times en Europa. Ambos conocen bien a México. Riding, porque fue corresponsal del Times durante más de una década. Satanizado en su momento por dar su fiel y personal versión de nuestro país -Vecinos distantes-, Riding al cabo venció las prevenciones chovinistas y recibió, el pasado enero, la condecoración del Águila Azteca de manos del presidente Vicente Fox. El águila de la silla aterrizó en el pecho del águila.

Felipe González radicó mi novela en las movedizas arenas de la política mexicana sólo para afirmar que toda política, siendo local, es también siempre universal porque se funda en "la pasión humana, el poder, el dinero, el sexo y el amor". También las miserias de la política son universales, subrayó González. Hay, en todo poder, una "parte oscura". Pero lo más que se puede ver de la realidad política, concluyó el ex-presidente, es sólo la punta del iceberg. Las verdaderas realidades del poder suelen permanecer ocultas.

Sobre nuestro diálogo en Madrid planeaba, por supuesto, una sombra florentina. Nicolás Maquiavelo fue citado por todos los participantes pero yo tenía la particular preocupación de pensar en Maquiavelo para México y muy emparentado con las próximas elecciones legislativas del 6 de julio en nuestro país. Hay quienes hablan en México de una alternancia en el poder pero sin transición democrática real. Los obstáculos que ofrece, para llevar al cabo dicha transición, la cultura autoritaria mexicana son inmensos. Aquí viene a cuento Maquiavelo cuando hace una distinción que conviene soberanamente a México.

Maquiavelo distingue entre "principados nuevos" y "principados hereditarios". Durante siete décadas, México fue principado hereditario. El poder se heredaba cada seis años, canalizado por el PRI (Partido Revolucionario Institucional), El Príncipe en turno dictaminaba, desde la silla del águila, quién sería su sucesor. Seguramente, muchos factores concurrían para dar el dedazo y descubrir al "tapado": el poder del dinero, las agrupaciones gremiales, obreras y campesinas, los poderes locales de la Federación, las burocracias, el "vecino distante" de Alan Riding... Pero al fin y al cabo, quien ocupaba la silla del águila decidía quién habría de sucederle. ¿El más...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR