Carlos Elizondo Mayer-Serra / Distancias

AutorCarlos Elizondo Mayer-Serra

Por estar en vías de desarrollo partes del país son parecidas a las de un país desarrollado y otras, mucho más numerosas, parecen de otro planeta. Entre el Capitolio, sede del Poder Legislativo en Estados Unidos, y San Lázaro, donde residen nuestros diputados, hay una gran distancia. Sólo porque ambos hacen leyes pueden clasificarse como poderes legislativos, pero desde la entrada es evidente que son bichos distintos.

El Capitolio es serio y formal. La entrada está muy controlada y en los pasillos no hay un papel tirado. Los desacuerdos se expresan al no aplaudir. Es también una institución pragmática; no es necesario tener quórum todo el tiempo. Basta que sus miembros estén a la hora de votar, y tienen todo el interés para hacerlo, pues los electores los evalúan por el sentido del mismo. El resto del tiempo el recinto puede estar casi vacío. A nadie le importa. El trabajo se hace en comisiones y en las oficinas de los legisladores. A la hora de la votación, los legisladores corren hacia el recinto; los elevadores incluso están reservados en esos momentos sólo para ellos. La tribuna es relativamente pequeña y los invitados se comportan con toda seriedad. Curiosamente, como prueba de su larga historia y del peso de la religión en Estados Unidos, al comienzo de las sesiones se hace una ceremonia religiosa más propia de los talibanes que de un régimen republicano.

Caminar en San Lázaro es hacerlo entre papeles mal archivados, grupos de peticionarios y muchos trabajadores que parecen no hacer gran cosa. Hasta el comercio ambulante se asoma en ocasiones. En el pleno hay una tribuna gigantesca pensada para los años donde el Congreso era el espacio para aplaudir al Presidente. Hoy se ocupa por ruidosos contingentes cuando se requiere presionar. Los desacuerdos en el pleno se expresan a gritos o con la fuerza física. Durante las sesiones se espera la presencia de la mayoría de los legisladores, con lo cual no pueden trabajar realmente o se les acusa de ausentismo, y el quórum es verificado cada vez que algún legislador lo desea. Sin embargo, poco importa para el ciudadano en qué sentido vota un legislador ya que no hay reelección.

Por el contrario, la Casa Blanca y Los Pinos son de la misma especie. Si bien el control en la Casa Blanca es más riguroso y sistemático, en ambos se respira una atmósfera similar. Uno de los contrastes es que el sello más fresco de la Presidencia...

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