Carlos Bravo Regidor / ¿Cuál PRI?

AutorCarlos Bravo Regidor

La aritmética parlamentaria no deja lugar a dudas. La coalición lopezobradorista (Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde) tiene 277 diputados. La reforma eléctrica que ha propuesto el gobierno de López Obrador necesita 333 votos. Le faltan 56. El PAN, que está en contra, tiene 114 diputados. Movimiento Ciudadano y el PRD tienen, respectivamente, 24 y 14. Por ahora la decisión (que luego tendría que pasar por el Senado) está en manos de los 71 diputados del PRI.

El ayer partido hegemónico, reducido hoy a tercera fuerza, enfrenta en esta coyuntura un dilema que no es exagerado calificar como existencial. Sobrevivió al agotamiento del modelo de industrialización vía sustitución de importaciones a finales de la década de los setenta. También a la caída del muro de Berlín y al fin de la Guerra Fría a fines de los ochenta. Sobrevivió igualmente al proceso de transición democrática durante los noventa, e incluso a doce años como oposición a los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, atrincherado en la fuerza de sus bancadas parlamentarias y en su mayoría de gobiernos estatales. Luego volvió a la Presidencia en 2012, echando por tierra la arraigada fantasía de que cuando hubiera democracia en México el PRI nunca ganaría. Sin embargo, tras sus últimas dos debacles electorales, en 2018 y 2021, su viabilidad está tal vez más en entredicho que nunca. No solo por el desprestigio histórico que arrastra, tanto el de viejo cuño como el más reciente, sino porque el pragmatismo que por tanto tiempo fue su mayor virtud ahora representa una vulnerabilidad muy susceptible de ser explotada en su contra.

El presidente López Obrador lo sabe bien. Esa fue, y en más de un sentido sigue siendo, su escuela. La cuña es del mismo palo y vaya que aprieta. Ha hecho sus cuentas, ha olido la sangre y le ha tendido una trampa magnífica: obligarlo a definirse. A escoger entre sus identidades posrevolucionaria o neoliberal; entre el PRI de Cárdenas y López Mateos o el de Salinas de Gortari. La dicotomía es -como todo lo que tiene que ver con la historia en López Obrador- imprecisa, excesiva, chantajista... pero eficaz. Porque funciona...

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