La carga del miedo

AutorEduardo Antonio Parra

Cada vez que ocurre un suceso como el de los linchamientos en Tláhuac y otros episodios recientes, la certeza de que vivimos en un clima constante de inseguridad se recrudece y nos lleva a cuestionarnos de nuevo si es posible vivir en medio de la violencia. Ante los datos, las cifras y las imágenes vistas por televisión, la alarma se instala dentro de nosotros. Entonces nos embarga la sensación de que nos ha tocado vivir la peor etapa de la historia, de que el peligro de las calles nunca ha sido tan intenso y angustiante como ahora, y envidiamos a nuestros padres y abuelos, pues estamos seguros de que "todo tiempo pasado fue mejor".

Sin embargo, ya que pasa el primer embate, ya que los medios empiezan a enfocarse en otras cosas, es necesario preguntarse si realmente es tan terrible nuestra situación. ¿La violencia en México aumenta día a día, o siempre ha sido la misma? ¿No será que lo que aumenta es nuestro alarmismo, nuestro miedo a que esa barbarie que acostumbrados a contemplar a cierta distancia toque nuestra vida y la transforme?

Es verdad, lo ideal sería vivir en un sitio pacífico, normativo, donde los ciudadanos cumplieran las leyes con cabalidad, no hubiera delincuentes y cada quien pudiera salir de su casa sin miedo a un asalto o a una bala perdida. Pero ese sitio no es aquí. Nuestro País es un territorio violento. Siempre lo ha sido. La barbarie se ha enseñoreado entre nosotros desde tiempos prehispánicos hasta la fecha y forma parte de nuestra naturaleza, a despecho de las leyes y de las buenas intenciones. Por lo tanto, erradicar de nuestro suelo los hechos sangrientos sería algo así como tratar de modificar nuestra historia, nuestra tradición y hasta nuestra idiosincrasia.

Que somos esencialmente violentos no es nuevo para nadie. Que desde sus orígenes nuestro territorio ha estado sumergido en un constante baño de sangre, es algo que cualquier manual de historia puede demostrar. Que los mexicanos nos extasiamos ante la violencia y rendimos nuestra admiración a quienes, contra la legalidad y gracias a su valor y osadía logran destacarse de entre la masa pusilánime, lo atestiguan casi todas las manifestaciones de nuestra cultura popular: desde los relatos familiares hasta las leyendas de barrio; desde los corridos sobre los bandidos de tiempos de don Porfirio hasta los narcocorridos de este cambio de milenio; desde nuestra mitología religiosa, llena de santos bandidos y mártires del pueblo, hasta nuestra mitología histórica...

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