Capturan de Chiapas rituales milenarios

AutorBlanca Ruiz

Devoción y delirio, las festividades religiosas de Chiapas son las mascaradas de la pobreza de hombres y mujeres envueltos en el abrazo de la niebla, el baile y la bebida, el rito y la resistencia de los pueblos indígenas.

"Las fiestas indígenas de Chiapas no están desligadas de las causas sociales que originaron el zapatismo y otros movimientos, la gente que celebra hoy, ayer o mañana seguirá luchando por su dignidad", dice el fotógrafo Raúl Ortega.

Ortega (Ciudad de México, 1963) ofrece la experiencia de su vinculación con las zonas indígenas del estado, en 80 claroscuros reunidos en el libro De fiesta, celebraciones indígenas de Chiapas, prologado por la escritora Elena Poniatowska y editado por el Gobierno de Chiapas y DGE I Equilibrista.

Si bien en la fotografía no existe el ojo inocente ni objetivo, Ortega documenta con sensibilidad y franqueza las celebraciones milenarias de santos, vírgenes y carnavales de 20 poblados del estado; en una experiencia que lo llevó a "comer, bailar y beber con ellos".

"La juncia -ramas del árbol de Los Altos, que se colocan como alfombra en las fiestas-, la marimba y el posh -bebida tradicional del estado- no pueden faltar en las fiestas y si te aceptan tienes que participar con todo".

Chiapas ha despertado el interés de los fotógrafos desde el Siglo 19; alrededor de 1950, llegaron al estado Gertrude Blom y Ruth Lechuga; y en la década de los 80 surgieron en San Cristóbal de las Casas, Antonio Turok y José Angel Rodríguez, autores de Chiapas al fin del silencio (Era, 1998) y Cazador de imágenes (Casa de las Imágenes, 2002), respectivamente.

Ortega, premiado en la IV Bienal de Fotografía y distinguido en otras ediciones, con muestras individuales y colectivas en Estados Unidos y Europa, decidió presentar su propia visión de los hechos: su propuesta está dedicada al fervor y la alegría de los poblados que viven en condiciones de miseria y abandono.

A diferencia de las fotografías que circulan actualmente en periódicos y revistas, en el libro no se percibe el cerco militar del estado, porque los protagonistas son precisamente los niños, mujeres, ancianos, jóvenes indígenas que disfrutan sus celebraciones a pesar de todos sus problemas.

Pero quizá no es gratuito que la portada corresponda a la escena de un gallo negro colgado en una plaza, al que le arrancaron las plumas y después el pescuezo; en el carnaval de San Andrés Larráinzar, donde se firmaron los acuerdos incumplidos entre el Gobierno del sexenio...

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