Capri: Sol y sombras célebres

AutorCarlos Pascual

Especial / El País

Es un mito, y no está claro si la lanzaron a la fama las cabras o las sirenas.

Las primeras le dieron nombre y las segundas hicieron peligrar a Ulises desde el llamado todavía "Scoglio delle Sirene", y ahí sigue su reputación, hecha canción festivalera, finiquito de temporada loca, Capri, "c'est fini".

Esto crea un grave problema: son tantos los curiosos que quieren rozar su aureola que ya no caben en la isla.

Los residentes apenas sobrepasan los 15 mil, pero cada día los "aliscafi" (embarcaciones) llegan con turistas bullangueros que gastan unas horas, lo justo para decir "estuve allí".

Lo han intentado todo para frenar la invasión. Han pensado, incluso, en fijar un cupo de visitantes, pero es legalmente enrevesado, así que, de momento, se han limitado a poner los precios por las nubes.

De las 3 mil camas disponibles en la isla, que cuenta con una longitud de 6 kilómetros en su parte más larga, dos terceras partes se encuentran en hoteles de cinco y cuatro estrellas.

Pero la isla mítica está demasiado cerca: se puede avistar desde Sorrento, o desde la turística costa amalfitana, o desde el propio Nápoles.

Fue el Emperador Tiberio su primer promotor. Viejo ya y misántropo, receloso de todos y de todo, se enrocó en la isla y la convirtió en secreta capital del Imperio.

Se hizo construir 12 villas (hoy se pueden visitar Villa Jovis y Villa Damecuta).

Vivió los últimos 11 años de su vida entregado a la lascivia y a la crueldad más inauditas, si se ha de creer a las fuentes históricas, financiadas por los herederos del poder, interesados en convertir a Tiberio en un monstruo (unos plomos encontrados en la Bética andaluza alimentan dudas sobre esa leyenda negra).

El caso es que Tiberio dejó una huella muy profunda y su sombra vuela sobre cada rincón de la isla.

El historiador germano F. Gregorovius se admiraba, a finales del Siglo 19, de que hasta en el lenguaje popular, los juegos infantiles o el vino local, asomara la nariz de Tiberio.

Un día Tiberio fue asesinado. La isla siguió siendo finca de patricios, a veces lugar de destierro.

Luego llegó la oscuridad, los avatares comunes a aquellas costas, sucesivamente ocupadas por lombardos, normandos, aragoneses o españoles; éstos gobernaban Capri cuando los ataques berberiscos de Barbarroja y Dragut.

Sólo en el Siglo 19 recuperó Capri el lustre que la había distinguido en los viejos tiempos.

La descubrieron los románticos alemanes y el poeta August Kopish y el pintor Ernest...

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