Capri, Italia: Esencia napolitana en roca

AutorAlonso Vera

Cuentan la historia y los hallazgos científicos que este pedazo de magia alguna vez estuvo unido a tierra firme. Y no puedo más que pensar que fue por designio propio el separarse, más allá del horizonte napolitano y el reparo del Vesubio, para concebir un estilo de vida particular. Habitada desde el paleolítico, se convirtió primero en griega y más tarde en romana con el arribo del emperador Augusto, quien mandó erigir su primera villa de verano en el año 29 a.C. La moda la continuó Tiberio, quien descubrió su belleza a los 67 años para no volver a Roma, dirigiendo su Imperio desde sus cuantiosas villas, mismas que pautaron el estilo de la arquitectura local y cuyas ruinas atestiguan el encanto que produce sobre sus visitantes desde la antigüedad. La isla ha sido desde entonces el refugio predilecto de los sibaritas. Y casi todo artista, diseñador, estrella de cine, diva, político y escritor que valga la pena recordar ha pasado o pasó al menos un verano aquí, disfrutando de su clima afrodisíaco y de las vistas dramáticas de este edén de nueve kilómetros cuadrados que se ciñe escarpado y embelesado por su frondosidad ante tus ojos, mientras navegas el golfo napolitano hasta sus brazos.

La conformación de un sueño

Fueron en total más de cuatro siglos en los que la nobleza romana disfrutó de sus amenidades. Y una vez caído el Imperio, la isla pasó a manos del Ducado de Nápoles, los lombardos, los normandos, los aragoneses y finalmente de los españoles y Borbones, quienes fomentaron un nuevo periodo de fortuna entre los siglos 17 y 18, levantando las iglesias y conventos que vuelven tan apasionantes sus dos centros urbanos. Dos poblados que son tan diferentes en tradiciones y orígenes étnicos que aún al día de hoy se percibe su conflicto.

Anacapri, humilde y natural, acurrucada en las montañas, es la versión campirana de la isla, mientras que Capri, cuya proximidad con el mar y la presencia de un puerto transitado por todas las culturas desde la griega antigua, es la hermana glamorosa. Su gran desarrollo cultural y económico le ha valido la preferencia de las hordas de turistas que buscan al menos una probada de lo que disfruta en su acontecer la crema y nata del jet set desde el siglo 18.

Anacapri

Ya sea a bordo de un taxi o motoneta, o inclusive ascendiendo la Escalera Fenicia, cuyos mil escalones eran el único acceso del puerto a la ciudad hasta el siglo pasado, una visita a Anacapri es indispensable.

Ofrece una reclusión idílica para...

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