Canto a Morelos
Autor | Teodoro Aguilar Bermea |
Páginas | 17-17 |
eodoro Aguilar Bermea nació el 9 de noviembre de 1929 en Juárez, Coahuila. Gracias a la inspira-
ción que le dio su hermana Josefina descubrió que lo suyo era la docencia y se volvió un destaca-
do profesor de las escuelas normales rurales.
Otras letras
CANTO A MORELOS
TEODORO AGUILAR BERMEA
Canten otros la épica jornada de Cuautla;
cuenten otros la historia de tu espada flamígera en combate;
digan otros tu gloria militar, Generalísimo.
Yo, con voz que empieza a germinar apenas,
quiero hablar de tus sueños agraristas,
quiero darte las gracias porque abriste,
porque dejaste para siempre abierto
el camino del hombre hacia la tierra;
espinoso camino en que hoy florecen
luto y sangre y dolor, como amapolas,
las vidas de Zapata y Lucio Blanco,
de Rubén Jaramillo y Todd Estrada,
camino en cuyo polvo dejó escrita
su huella singular Lázaro Cárdenas.
Quiero decir también, varón adelantado,
con un nudo de vergüenza en la garganta,
que, a más de un siglo de tu gesta augusta,
aún hay campesinos sin parcela;
que, a más de un siglo de tu voz,
en nuestra tierra,
aún no son iguales, como tú soñaste,
los hijos del señor y el carbonero;
que aún hay extranjeros en tu suelo
que se llevan el pan y la manzana de los niños,
el sueño y la sonrisa de las madres,
la esperanza y la rabia de los jóvenes
y pulmones y nervios de los hombres.
Mas… no todo es pavor y desconsuelo,
la flor de tu esperanza
yo la cuido en Coahuila;
y en Chihuahua la cuida una muchacha, hija de un campesino;
un joven pescador en Veracruz vela por ella,
y en tu Valladolid nativa
los estudiantes la mantienen viva.
Un minero hidalguense baja y sube por ella
por el tiro sombrío de la mina;
un indio maya la protege
con espinas y fibras de henequén,
una mujer zacatecana la riega diariamente
mientras vuelve el hombre que hoy anda de bracero.
En el sur y en el norte, junto al Golfo,
en la bravía costa occidental,
donde quiera,
donde quiera está viva,
va creciendo la flor de la esperanza
y mañana…
Mañana que los hombres nos pongamos de acuerdo,
cuajarán los manzanos aromas y sabores
en un huerto sin tapias, ni rejas ni candados;
florecerá la milpa colores de concordia
en la tierra que el hombre habrá de saber suya,
a fuerza de sentirla fecunda y generosa;
en la era dorada tendremos trigo nuevo
sin paja de egoísmo
y en las amplias alfombras de verdes pastizales
pacerá carne roja, semoviente energía
que repare las fuerzas consagradas al yunque,
y al arado y al libro.
Y un día volveré para decirte,
con voz completamente germinada,
que en tu suelo ya son iguales, como tú soñaste,
los hijos del señor y el carbonero.
En este poema Bermea se dirige a Morelos, como si estuviera vivo. Platica con él. Le agradece y, mientras le
dice que aún hay desigualdad entre las personas y que los extranjeros continúan beneficiándose a costa del
perjuicio del pueblo mexicano, le comenta que él y otros individuos hacen lo posible para mantener viva la
esperanza de cambiar eso; asimismo, le promete, hasta cierto punto, lograr la igualdad que tanto el Siervo de la
Nación como muchos de nosotros añoramos.
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