Canta Chávez a los maestros

AutorJorge Ricardo

Es el recital número 1 y detiene el tiempo. Óscar Chávez vestido de guayabera, pantalón, botines, todo de negro, asume el mando en el Auditorio Nacional. "Gracias a la lluvia, gracias a los maestros -que mantienen un plantón en el Zócalo en defensa de los derechos laborales-, gracias a ustedes que vinieron", dice apenas iniciar, sentado en una silla que dejará sólo en el intermedio y hasta que el concierto se termine.

La noche, la del sábado, está para que la voz de Óscar Chávez suene fuerte: con miles de maestros en protesta, con el anuncio de marchas al día siguiente en contra del PRI, que busca privatizar de nuevo el petróleo, con un sector de la sociedad y de los medios de comunicación pidiendo la represión contra los maestros con una fuerza que no se les ha visto a la hora de protestar en contra del narcotráfico.

Por eso en medio de todo esto, la gente aplaude que una figura así se sume a los manifestantes.

Óscar Chávez tiene la misma imagen de hace años. El pelo hacia atrás, la frente llena de arrugas, las marcas en los párpados, las patillas largas: la figura que conocieron los nacidos después de los 90.

Pero, si el símbolo de la canción protesta y del folclore mexicano parece detener el tiempo, también le imprime variantes.

Es más, esta noche estrena dos canciones y ni siquiera acepta cantar todos sus éxitos. Y cuando alguien del público le grita: "¡Canta una que me sepa!". Él, burlón, responde: "Te puedo cantar El Rey, si quieres".

Dedica la mayor parte de su recital anual desde 1997 a canciones de amor y desamor, pero la crítica no se queda afuera. Tan sólo el título del concierto es: "Se Vende mi País", una canción para la noche puesta. Pero antes de cantarla, empieza con Huapango Viejo: "Un huapango siempre/ de enero a diciembre/ que soporte el año/ sin hacernos daño/ un huapango eterno/ que mate al Gobierno/ de la estupidez".

Sigue un estreno, una parodia con motivo del nombramiento de un Papa latinoamericano y la fiebre que despertó entre políticos mexicanos: "Pobre pueblo de pelados / triste pueblo sin calzones/ o nos gobiernan pelones o nos gobiernan peinados".

Óscar Chávez entona en el Auditorio, para 10 mil personas, casi lleno, durante casi tres horas.

Cansados de pedir clásicos como Macondo, La Mariguana, La Casita, Fuera del Mundo, La niña de Guatemala, Lágrimas Negras o Hasta Siempre, los asistentes, la mayoría adultos o adultos mayores acompañados de sus hijos o sus nietos, se dedican a aplaudir al final de cada...

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