Canta y no llores...

AutorRoberto Zamarripa

MÉXICO.- Estremecido, al punto del quiebre, el Presidente Felipe Calderón aguanta el aplauso más largo suscitado durante los 100 minutos de discurso.

Agua en los ojos. Quiere llorar. Sus hijos María, Luis Felipe y Juan Pablo se remecían en sus sillas, 'te hablan a ti', parecían decirse con pena infantil, sonrojados como cuando en una reunión el papá dice que el niño sabe tocar el piano y le pide una melodía.

Su esposa, Margarita Zavala, no dejaba la sonrisa, pero también dejaba correr, ella sí, una lágrima, ante el apapacho colectivo. Puestos de pie, por primera vez durante la alocución, las centenas de invitados daban un minuto, casi dos, de aplauso sonoro, reconocido.

El Presidente había hecho desde el atril un reconocimiento al apoyo de su familia durante el sexenio.

Fue el momento emotivo de una ceremonia plana. La despedida del Presidente Calderón, en el Patio de Palacio Nacional, anunciada como mensaje del Sexto Informe de Gobierno, congregó más de los suyos que a los extraños, primer síntoma de una despedida. Quizás eso explicó la ovación íntima.

"Quiero agradecer, especialmente, también, a mi esposa Margarita y a mis hijos: María, Luis Felipe y Juan Pablo, por su comprensión y su paciencia", dijo Calderón cuando finalizaba una larga lista de agradecimientos a trabajadores empresarios, policías honestos, soldados, marinos, amas de casa, médicos, etcétera.

Guardó para las últimas líneas el agradecimiento familiar. Y provocó llantos.

Antes, acaso, la otra ovación significativa fue cuando -en las primeras líneas de la alocución- saludó a los soldados y marinos como los hombres de la primera línea en la defensa de la Patria.

Aplausos sonoros, entonces, para los que vigilan en la calle y quienes vigilan en la casa.

Signo del dramatismo, de un Gobierno turbulento, rodeado de tragedias, invariablemente atribulado, la ceja izquierda congelada en su arqueo, el dibujo de la línea quebrada en la frente, las canas en las patillas y, siempre, caminando entre blindajes. Se aplaude el aguante antes que los laureles.

El suyo fue el asedio, buscado y provocado. Calderón llegó, no obstante, al final del sexenio a decir cuentas alegres que cuenta con voz grave: reservas de más de 160 mil millones de dólares, doble de empleos que en el sexenio de Fox, 20 mil kilómetros de carreteras y caminos rurales construidos, 90 túneles carreteros por 16 construidos en el último cuarto del siglo pasado.

Y siguió con mil 200 hospitales; 126 mil millones de dólares de...

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